harry potter 6 parte 1

Chapter 3: Will And Won’t

Harry Potter y el Prncipe Mestizo J.K. Rowling Captulo 1: El Otro Ministro

Era cerca de medianoche y el Primer Ministro estaba sentado solo en su oficina, leyendo un memorando largo que resbalaba por su cerebro sin dejar el ms mnimo rastro de significado. Estaba esperando una llamada del Presidente de un pas lejano, y mientras se preguntaba cundo llamara el desgraciado, trataba de suprimir recuerdos desagradables de lo que haba sido una semana muy difcil, larga y agotadora, no haba espacio en su cabeza para nada ms. Cuanto ms trataba de concentrarse en la pgina que tena ante l, mas claramente vea la cara burlona de uno de sus oponentes polticos. Este oponente en particular haba aparecido en las noticias ese mismo da, no slo para enumerar todas las cosas terribles que haban ocurrido la semana pasada (como si alguien necesitase que se lo recordaran) sino tambin para explicar el por qu cada una de ellas era culpa del Gobierno.

El pulso del Primer Ministro se aceler con slo pensar en estas acusaciones, pues no eran ni verdaderas ni justas. Cmo diablos se supona que su gobierno iba a parar el colapso de ese puente? Era ofensivo que alguien sugiriera que no estaban gastando lo suficiente en puentes. El puente tenia menos de diez aos, y los mejores expertos estuvieron desconcertados al tratar de explicar porqu se parti claramente en dos, enviando una docena de autos a las aguas profundas del ro que estaba debajo. Y cmo se atreve alguien a sugerir que fue falta de policas lo que condujo a esos dos asesinatos horripilantes y tan bien publicitados? O que el gobierno debi haber previsto de alguna forma el huracn tan absurdo que golpe al oeste del pas, y caus tanto dao a la gente y a sus propiedades? Y era su culpa que uno de sus Ministros subordinados, Herbert Chorley, haya elegido esta semana para actuar tan peculiarmente que ahora iba pasar mucho ms tiempo con su familia?

-Un humor sombro se ha apoderado de la ciudad- concluy el oponente, apenas escondiendo su amplia sonrisa.

Y desafortunadamente, era perfectamente cierto. El Primer Ministro lo senta en s mismo, la gente realmente se vea mas desgraciada que lo habitual. Hasta el tiempo estaba deprimente, toda esa niebla helada a mediados de Julio… No estaba bien, no era normal.

Volvi la segunda pgina del memorando, mir cuan largo era, y lo abandon como si fuera un trabajo tedioso. Estirando sus brazos por sobre su cabeza ech un vistazo a su oficina desoladamente. Era una linda habitacin, con una fina chimenea de mrmol en frente de las largas ventanas, firmemente cerradas ante la niebla fuera de estacin. Con un pequeo escalofro, el Primer Ministro se levant y fue hasta la ventana, mirando el vapor fino que se apretaba contra el vidrio. Fue entonces, cuando estaba de espaldas a la habitacin, que oy una tos suave detrs de l.

Se congel, nariz a nariz con su propio reflejo asustado en el vidrio oscuro. Conoca esa tos. La haba escuchado antes. Se volvi lentamente para enfrentar la habitacin vaca.

-Hola?- dijo, tratando de sonar ms valiente de lo que se senta.

Por un momento breve, se permiti la esperanza imposible de que nadie le contestara. Sin embargo, una voz respondi de inmediato, una voz dura, decisiva, que sonaba como si estuviera leyendo un anuncio preparado. Provena como el Primer Ministro supo desde la primera tos del hombrecito de aspecto de rana que usaba una peluca larga plateada, quien estaba pintado en un leo pequeo y sucio en un rincn alejado de la habitacin.

-Al Primer Ministro de los Muggles. Nos reunimos urgentemente. Sea tan amable de responder de inmediato. Sinceramente, Fudge.

El hombre en la pintura miraba inquisitivamente al Primer Ministro.

– Ehh.. – dijo el Primer Ministro – Escuche… No es un buen momento para m… Estoy esperando una llamada telefnica, como ver… del Presidente de…

-Eso puede arreglarse dijo el retrato de inmediato. El corazn del Primer Ministro se hundi. Haba temido eso.

-Pero realmente esperaba hablar…

-Nos encargaremos que el Presidente se olvide de llamar. Sin embargo, lo llamar maana a la noche- dijo el hombrecito- Sea tan amable de responder inmediatamente al Sr. Fudge.

-Yo… eh… muy bien- dijo el Primer Ministro dbilmente -Si, ver a Fudge.

Volvi deprisa a su escritorio, enderezndose su corbata. Cuando apenas haba llegado a su asiento, y adoptado una expresin que esperaba que fuera relajada y despreocupada, llamas verdes cobraron vida en la chimenea vaca bajo su estante de mrmol. Observ, tratando de no delatar un destello de sorpresa o alarma, al tiempo que apareca un hombre corpulento girando tan rpido de las llamas como un trompo. Segundos despus, sala a una fina alfombra antigua, sacudindose las cenizas de los puos de su capa larga rayada con su sombrero en forma de hongo color verde lima en su mano.

-Ah… Primer Ministro, -dijo Cornelius Fudge, avanzando hacia l con su mano extendida. -Es un placer verlo de nuevo.

El Primer Ministro no poda devolverle el cumplido honestamente, as que no dijo nada. No estaba ni remotamente contento de ver a Fudge, cuyas apariciones ocasionales, aparte de ser totalmente alarmantes en si mismas, generalmente significaban que estaba a punto de or noticias muy malas. Adems, Fudge se vea claramente preocupado. Estaba ms flaco, ms calvo y grisceo, y su cara tena un aspecto demacrado. El Primer Ministro haba visto esa clase de aspecto en polticos anteriormente, y nunca auguraba nada bueno.

-En que puedo ayudarlo? dijo, estrechando muy brevemente la mano de Fudge y yendo hacia la mas dura de las sillas delante del escritorio.

-Es difcil saber por donde empezar, -dijo Fudge en voz baja, corriendo la silla, sentndose, y poniendo su sombrero de hongo verde en sus rodillas -. Qu semana… qu semana…

-Tambin tuvo una muy mala, verdad? pregunt el Primer Ministro con dificultad, esperando sugerir con eso que tuvo suficiente sin ninguna ayuda extra de Fudge.

-Si, por supuesto -dijo Fudge, frotndose sus ojos cansinamente y mirando irritado al Primer Ministro. Tuve la misma semana que usted tuvo, Primer Ministro. El puente Brockdale… Los asesinatos de Bones y Vance… sin mencionar la conmocin en el oeste del pas.

-Usted… ehh… su… Lo que quiero decir, su gente estuvo. Estuvo involucrada en esas.en esas cosas. No es cierto?

Fudge miro muy severamente al Primer Ministro.

-Claro que estuvo involucrada- dijo- Seguramente se habr dado cuenta de lo que esta pasando.

-Yo… -balbuce el Primer Ministro.

Era precisamente esta clase de comportamiento la que hacia que le desagradaran tanto las visitas de Fudge. Despus de todo, l era el Primer Ministro y no le gustaba que lo hicieran sentir como un escolar ignorante. Pero, por supuesto, haba sido as desde su primera reunin con Fudge en su primer da de Primer Ministro. La recordaba como si fuese ayer y saba que el recuerdo lo perseguira hasta el da en que muriera.

Estaba parado solo en su oficina, saboreando el triunfo que haba logrado tras muchos aos de soar y planear, cuando oy una tos detrs de l, como esta noche, y se volvi para encontrarse con ese retrato horrible que le hablaba, anuncindole que el Ministro de la Magia iba a llegar para presentarse.

Naturalmente, supuso que la campaa larga y la tensin nerviosa de las elecciones lo haban vuelto loco. Estaba completamente aterrorizado al ver que un retrato le hablaba, pero eso no fue nada con respecto a cmo se sinti cuando un hombre que se auto proclam mago salt de la chimenea y estrech su mano. Haba quedado sin habla durante la explicacin amable de Fudge acerca de que haba brujas y magos que aun vivan en secreto por todo el mundo y sus garantas de que no deba hacerse problema por ellos mientras el Ministro de la Magia asumiera toda la responsabilidad por la Comunidad Mgica y previniera a la poblacin no-mgica de averiguar sobre ellos. Era, dijo Fudge, un trabajo difcil que comprenda todo desde regulaciones para el uso responsable de las escobas, hasta mantener la poblacin de dragones bajo control (en este punto el Primer Ministro recuerda haberse agarrado del escritorio para no caerse). Fudge le haba dado unas palmaditas en el hombro en forma paternal al anonadado Primer Ministro.

-No hay que preocuparse haba dicho- Es probable que nunca me vea de nuevo. Slo lo molestar si pasa algo realmente serio, algo que pueda afectar a los Muggles… la poblacin no-mgica, debo decir. De todas formas, es vivir y dejar vivir. Y debo decir que se lo est tomando mucho mejor que su antecesor. Trat de tirarme por la ventana, pensando que era una broma planeada por la oposicin.

Ante esto, el Primer Ministro por fin encontr su voz.

-No es… no es una broma, entonces?

Haba sido su ltima esperanza desesperada.

-No -dijo Fudge gentilmente. -No, me temo que no. Mire.

Y transform la taza de t del Primer Ministro en un jerbo.

-Pero, -dijo el Primer Ministro sin aliento, mirando su taza de t masticando la esquina de su prximo discurso- por qu, por qu nadie me dijo?

-El ministro de la magia solo se revela al actual Primer Ministro Muggle -dijo Fudge, jugueteando con su varita en su chaqueta- Encontraremos la mejor manera de mantenerlo en secreto.

-Pero entonces se quej el Primer Ministro, -Por qu ningn Primer Ministro anterior me ha advertido…?

Ante esto, Fudge haba soltado una carcajada.

-Mi querido Primer Ministro, alguna vez le va a decir a alguien?

Todava rindose, Fudge haba tirado un poco de polvo en el hogar, haba entrado en las llamas color esmeralda y haba desaparecido con un siseo. El Primer Ministro se haba quedado parado ah, sin poder moverse y se

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