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REFLEXIONES SOBRE LA DESCOLONIZACIN
Ral Prada Alcoreza
21.07.2013 04:01
ndice:
Umbrales y horizontes de la descolonizacin
Horizontes del Estado plurinacional
Una nota necesaria sobre descolonizacin
De etnocentrismo y particularismos
Crtica a la dominacin colonial y a la condicin poscolonial
Umbrales y horizontes de la descolonizacin
Estado y sociedad
Un punto de partida debera ser desde dnde pensamos, hablamos y nos referimos al
mundo, a los hechos, a los acontecimiento, a los procesos, a la relaciones, a la
estructuras y a las instituciones del mundo? Concretamente, desde dnde pensamos
cuando nos referimos al Estado y a la sociedad? Nombramos el mundo desde algn
lugar, aqu no hablamos necesariamente de un lugar fsico, sino desde un lugar en el
horizonte histrico cultural, un lugar en el horizonte epistemolgico, un lugar desde
donde configuramos las representaciones, las significaciones, los valores, los smbolos,
los conceptos? Podemos decir incluso un lugar desde donde desarrollamos las prcticas
discursivas. Nombramos el mundo no desde un afuera sino desde adentro del mundo,
nombramos el mundo desde el lenguaje, lo que nombramos est cargado de este
lenguaje, si bien no forma parte del lenguaje, es el conjunto de referentes del lenguaje.
Hablar del Estado y sociedad es hablar desde estos sititos, desde esta geografa
imaginaria, si se puede hablar as, pero tambin desde la historia que crea estos
escenarios, estos espacios, estos mapas conceptuales. El mundo es mundo porque est
habitado de significados, de sentido, de valores, de smbolos, de conceptos, de
representaciones. Si, pero no hay que confundir el mundo con estos lenguajes, estos
mbitos de sentido, estos cdigos culturales, estas alegoras simblicas, estos mapas
conceptuales, aunque est constituido tambin por ellos, si bien no necesariamente de
una manera prioritaria, pues la multiplicidad de los campos y conjuntos de referentes
denotan la autonoma y la independencia de los mismos, ofrecen su resistencia y
muestran su propia complejidad. Por eso, hablar de Estado y sociedad es hacerlo desde
determinadas estructuras de categoras, desde determinadas corrientes tericas, desde
determinados lugares del campo filosfico y del campo de las ciencias sociales. No se
trata de lugares bien definidos y claros, sino de lugares problemticos, de lugares de
saturada discusin. Las corrientes tericas que las ponen como unidades de anlisis se
disputan su conocimiento y comprensin, podemos recorrer toda una historia en el
desarrollo y desplazamientos conceptuales en lo que respecta a la dilucidacin de estas
entidades referenciales. Por eso, lo que importa ahora es saber desde donde nombramos
el Estado y la sociedad para de este modo reconocer los recortes de realidad y las
estrategias tericas desplegadas en este acto de hablar, en esta accin conceptual. Pero,
sobre todo, saber cmo concebimos esos mbitos de relaciones que llamamos Estado y
sociedad, para reconocer ese mbito de relaciones, de prcticas, de normas, de leyes, de
procedimientos, de instituciones que llamamos Estado, para comprender ese mbito de
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relaciones, de prcticas, de estructuras, de organizaciones, de movimientos, de
movilizaciones, de luchas que llamamos sociedad.
Cul es la relacin entre Estado y sociedad? Para responder a esta pregunta debemos
situarnos en el contexto histrico de la modernidad, cuando hablamos de Estado lo
hacemos desde la perspectiva del Estado-nacin, y cuando hablamos de sociedad lo
hacemos refirindonos a formaciones histricas atravesadas por relaciones de
produccin, comercializacin y consumo capitalistas. Se trata de formaciones histricas
involucradas con el mercado, con el mercado capitalista, apreciado tanto en su forma
interna como externa, mercado interno y mercado externo. Sociedades involucradas,
insertas en el mercado internacional, afectadas entonces por sus contingencias,
sociedades organizadas en respuesta y adecuacin a la expansin del capitalismo, de las
lgicas del capitalismo, pero tambin y obviamente a la lgica de valorizacin del
capital. No podramos entender estas sociedades sin comprender a su vez el desarrollo
mundial, regional y local del capitalismo, aunque este haya tenido resistencias y las
tenga todava, aunque podamos entrever posibilidades de alternativas al capitalismo. Lo
que decimos es que el capitalismo se ha expandido por todo el mundo y ha conformado
el mundo mismo, formando una economa-mundo capitalista y conformando un
sistema-mundo capitalista[1]. Desde esta perspectiva, no nos negamos evaluar y
dilucidar las singularidades, los particularismos locales, las formaciones abigarradas,
sino que lo hacemos y entendemos esta tarea posible a partir de la inteligibilidad de la
acumulacin originaria y ampliada del capitalismo, de sus ciclos, de sus crisis y de su
ineludible cobertura mundial. No se puede soslayar este acontecimiento de escala
mundial, eludirlo sera no entender los mismos particularismos, localismos,
regionalismos y abigarramientos, quedndonos tan solo con la expresin exacerbada de
las heterogeneidades perdidas en su propio laberinto. Hay que colocarse evidentemente
en la perspectiva del pluralismo histrico, de la diversidad y diferencia de los procesos
socioeconmicos y socioculturales, pero hay que hacerlo teniendo en cuenta la
transversal histrica de la economa-mundo capitalista. Esto nos permite situarnos en el
lugar, el espacio-tiempo histricos, desde el cul nombramos, pero tambin en el cual
nos encontramos, para entender lo que hemos llegado a ser en el momento presente
(Michel Foucault).
Estado y sociedad en Bolivia
Las naciones no son otra cosa que mitos en el sentido que son
creaciones sociales, y los estados desempean una funcin
central en su construccin. El proceso de creacin de una nacin
incluye el establecimiento (en gran medida, una invencin) de
una historia, una larga cronologa y un presunto grupo de
caractersticas definitorias (incluso cuando grandes segmentos de
la poblacin incluida no comparten dichas caractersticas)[2].
Immanuel Wallerstein
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La Repblica de Bolvar nace de una conjuncin y combinacin de factores hasta
compulsivos y contradictorios. Por una parte podemos hablar de la genealoga de sus
propias guerras, es decir las guerras que atraviesan, afectan, adecuan, se instalan en los
territorios que van a circunscribirse sucesivamente en lo que va a ser el Qullasuyu, la
Audiencia de Charcas y la Repblica de Bolivia. Estas guerras son acontecimientos que
suscitan, se producen y pasan para desaparecer, no del todo, empero quedando en la
memoria de las generaciones venideras. Podemos hablar de la guerra de conquista a
mediados del siglo XVI y de su consecuente guerra anticolonial durante los ltimos
aos del siglo XVIII, de la guerra en Potos entre vicuas y vascongados durante 1626,
la guerra de guerrilla durante el siglo XIX, acompaada de la llegada de la guerra de
independencia al Alto Per, las incursiones de los ejrcitos independentistas argentinos,
las asonadas y levantamientos durante la colonia, pero tambin los amotinamientos y
cambios de bando. Marie-Danielle Demlas reconoce una cultura guerrera en Amrica,
dice que existan tres formas de combate: La utilizacin de los mtodos de la guerra en
pequea escala, la cultura miliciana y la experiencia de las guerras indias[3].
Despus podemos hablar del desarrollo de la economa minera[4], preponderantemente
durante la colonia, particularmente en lo que tiene que ver con la irradiacin del entorno
potosino durante los siglos XVII y XVIII. Este desarrollo y esta irradiacin pueden
asociarse con el ciclo de la economa de la plata, directamente vinculada a los ciclos del
capitalismo genovs (siglos XV-XVII), del capitalismo holands (siglos XVI-XVIII) y
del capitalismo britnico (siglos XVIII-XX)[5]. Este recorte si bien privilegia la
preponderancia de la economa minera, no obvia las otras formas de organizacin
econmicas, particularmente las agrcolas, destinadas a comercializar con alimentos
para las poblaciones de las ciudades y los centros mineros. En este caso, sobresale la
economa de las haciendas de los valles, fuertemente vinculada al comercio con los
centros mineros, empero el mercado de alimentos y otros bienes tambin se extiende al
Oriente, esta es la situacin que podemos apreciar en lo que respecta la vinculacin
contingente de la economa de las haciendas de los llanos, de la Amazonia y el Chaco
con la economa minera. No podemos dejar de mencionar la persistente economa de las
comunidades indgenas, que forma parte de alternativas formas de reproduccin,
enlazada a otros circuitos simblicos, de reciprocidad y complementariedad. En todo
este espaciamiento rudimentario del mercado interno, la produccin artesanal y la
incipiente produccin manufacturera encuentra su sitio. Todo este panorama mercantil
no termina de dibujarse si es que no mencionamos un eje paralelo a la economa minera
que tiene que ver con los recorridos de la coca[6].
As mismo podemos hablar de la jurisdiccin de la Audiencia de Charcas y de una cierta
continuidad administrativa, tanto poltica como religiosa, que dur desde su pertenencia
al Virreinato del Per hasta su pertenencia al Virreinato de La Plata, incluso
prcticamente permaneci en la geografa poltica de la flamante Repblica.
El diagrama de poder colonial
Cmo retomar la historia, sobre todo la historia de la modernidad, desde otra
perspectiva, que no sea la de la supuesta universalidad eurocntrica? Buscamos otra
perspectiva, la de las sociedades que fueron colonizadas. Este es un problema que ha
sido retomado por los intelectuales que se colocan en una perspectiva descolonizadora.
Habra que hacer una historia al respecto. En este decurso tenemos las investigaciones
de Anbal Quijano, quien trabaja sobre la colonialidad del poder. Podemos citar los
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trabajos de Enrique Dussel, quien plantea la construccin de una mirada integral desde
las vctimas, es decir, los colonizados. En esta perspectiva tambin se encuentran los
trabajos de Boaventura de Sousa Santos, quien se plantea pensar desde el sur, en
contraposicin con el norte hegemnico y dominante. No lejos de ellos se hallan las
formulaciones de un pensamiento propio por parte de Hugo Zemelman Merino. En
Bolivia la irrupcin de un pensamiento descolonizador es abierto por Fausto Reinaga,
quien deconstruye la historia desde la perspectiva de la revolucin india. Esta
problemtica es retomada por Silvia Rivera Cusicanqui con sus estudios sobre los
movimientos indgenas a partir de la recuperacin de la memoria larga. La lista
evidentemente puede ser ms amplia, identificando corrientes, si podemos hablar as, la
corriente de los subalternos, en la que sobresalen las investigaciones de Partha
Chatterjee y de Gayatri Chakravorty Spivak, de los estudios postcoloniales, de la
filosofa de la transmodernidad, de la epistemologa crtica o crtica de la epistemologa,
de la socio-historia indgena. Incluso podemos abrirnos hacia atrs y hacia adelante,
podemos rastrear las huellas de un marxismo propio cuando Carlos Maritegui se
plantea sus tesis sobre la realidad peruana, buscando hacer inteligible la formacin
econmico social peruana. Del mismo modo podemos encontrar en la crtica de la
economa poltica perifrica, en la crtica de las relaciones de poder y en los anlisis de
los movimientos sociales desplegados por comuna el desarrollo de una perspectiva
descolonizadora[7]. Debemos hacer entonces una arqueologa de los discursos sobre
descolonizacin, sobre las narrativas de la colonizacin y colonialidad, encontrar los
sedimentos y estratificaciones de estos discursos, sus formas de actualizacin, su haz de
relaciones, la configuracin de sus enunciados. Esta es una tarea que hemos de
emprender, empero por de pronto, vamos a situar la problemtica de la colonialidad
dibujada histricamente por los ciclos del colonialismo.
Los ciclos del colonialismo
Hablamos de los ciclos del colonialismo porque consideramos que estos ciclos, de
alguna manera han seguido los ciclos del capitalismo. No son exactamente lo mismo,
empero el colonialismo ha acompaado a la expansin y a la acumulacin del
capitalismo. Concretamente la irrupcin del colonialismo a escala mundial tiene
inmediatamente que ver con la acumulacin originaria del capital a escala mundial y
con el nacimiento de la modernidad. Si se quiere con el nacimiento de la economa-
mundo capitalista, sugerida por Immanuel Wallerstein. El colonialismo es la forma
mundial de dominacin desatada por las formas hegemnicas del capitalismo, formas
desplegadas sucesivamente durante los distintos ciclos del capitalismo. Empero las
estructuras de dominacin colonial no son los mismo que las estructuras de la
acumulacin capitalista, las relaciones de poder no son lo mismo que las relaciones de
produccin capitalista, ambos mbitos se imbrican y se complementan de una manera
morbosa. Anbal Quijano dice:
La colonialidad es uno de los elementos constitutivos y especficos del patrn
mundial de poder capitalista. Se funda en la imposicin de una clasificacin
racial/tnica de la poblacin del mundo como piedra angular de dicho patrn
de poder y opera en cada uno de los planos, mbitos y dimensiones, materiales y
subjetivas, de la existencia social cotidiana y a escala societal[8].
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Anbal Quijano asocia culturalmente e intersubjetivamente la colonialidad con la
modernidad, se trata de un patrn de dominacin que se corresponde con los modelos de
acumulacin. La diferenciacin entre centro y periferia establece la diferencia racial de
la explotacin de la fuerza de trabajo a escala mundial, distinguiendo formas de
explotacin, combinando y complementando subsuncin formal y subsuncin real del
trabajo al capital[9]. El colonialismo y, por lo tanto, la colonizacin constituyen una
realidad mundial, la colonialidad, que es la forma de hegemona cultural de la
modernidad y la forma de dominacin capitalista. Anbal Quijano dice que:
En el curso del despliegue de esas caractersticas del poder actual, se fueron
configurando las nuevas identidades societales de la colonialidad, indios,
negros, aceitunados, amarillos, blancos, mestizos y las geo-culturales del
colonialismo, como Amrica, frica, Lejano Oriente, Cercano Oriente(ambas
ltimas Asia, ms tarde), Occidente o Europa(Europa Occidental despus). Y
las relaciones intersubjetivas correspondientes, en las cuales se fueron
fundiendo las experiencias del colonialismo y de la colonialidad con las
necesidades del capitalismo, se fueron configurando como un nuevo universo de
relaciones intersubjetivas de dominacin bajo hegemona euro-centrada. Ese
especfico universo es el que ser despus denominado como la
modernidad[10].
Comprendamos entonces la experiencia del colonialismo y colonialidad, entendiendo
por colonialismo la prctica imperial de ocupacin de tierras, sometimiento de las
poblaciones, decodificacin cultural, fragmentacin de las sociedades, ocultamiento y
desaparicin de las instituciones propias, diseminacin de las lenguas autctonas,
inscripcin de la historia poltica de la dominacin en la superficie de los cuerpos,
induciendo conductas y comportamientos de sometimiento, de domesticacin, de
disciplinamiento, de control y de seguridad, sucesivamente. Comprendiendo por
colonialidad la configuracin de las identidades societales y la plasmacin de la
clasificacin racial, conformndose entonces una realidad histrico-cultural diferencial
a escala planetaria y al interior de los pases. Las identidades societales y las
clasificaciones raciales van adquirir distintas tonalidades y matices, dependiendo del
lugar y el contexto de referencia, pero lo importante de esta distincin y clasificacin
estriba en las polticas de etnicidad[11] y formas de gubernamentalidad[12] que se van
a implementar en las sociedades poscoloniales, en los Estado-nacin de la periferia de la
economa-mundo capitalista. La colonialidad tambin puede interpretarse como el lado
oscuro de la modernidad, as tambin como el lado heterogneo de la modernidad, que
se pretende universal y basada en principios universalistas. La declaracin de los
derechos humanos, pero tambin la experiencia vertiginosa cuando todo lo solido se
desvanece en el aire[13], cuando se disuelven las formas de comunidad pre-capitalistas,
cuando se diseminan los valores y las instituciones pre-modernas, producindose en este
caosmosis el tomo del individuo, que entra de lleno al tiempo de la perpetua
transformacin constante. La modernidad como cultura planetaria del capitalismo
mundial. Pero ocurre que esta modernidad se expande y desarrolla acompaada por
formas violentas de dominacin, formas que despojan de sus tierras a poblaciones
enteras, de sus recursos, de sus formas de vida, de su energa vital y de sus saberes,
ocupando sus territorios, yuxtaponiendo formas de sociabilidad a las redes de relaciones
comunitarias ya existentes, cartografiando territorios y marcando cuerpos, de tal forma
que se da lugar la colonizacin de los mismos, usndolos como recursos explotables,
diferenciando centro de poder y de acumulacin de periferia sometida y de extraccin,
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racializando a las poblaciones, convirtindolas en objetos del ejercicio de la biopoltica.
Ahora bien, estos territorios, estos cuerpos, con sus formas comunitarias de
relacionarse, con sus formas intersubjetivas propias de comunicarse, con sus maneras de
politizar sus demandas, se convierten con el tiempo en resistencias a la modernidad y al
capitalismo, ofrecindose como ofrenda y sacrificio, diseando alternativas. Podramos
denominar a la modernidad como una forma aparente y a la colonialidad como su forma
efectiva, forma aparente cultural, poltica y jurdica, por un lado, y forma efectiva
subordinaciones culturales, de dominaciones polimorfas que obstruyen las
democratizaciones, de ejercicios jurdicos discriminadores. Empero esta contradiccin
entre la forma aparente y la forma efectiva da lugar a culturas proliferantes, actualizadas
y emergentes, a politizaciones de campos no institucionalizados, a replanteos de
derechos colectivos que atraviesan los formalismos jurdicos, a la circulacin de saberes
que se oponen a la ciencia universal y a la filosofa absoluta.
Etnicidad, nacin y clase
Las sociedades poscoloniales plantean varios problemas en lo que respecta a su
comprensin y elucidacin, uno de estos es el que tiene que ver con la relacin entre
etnia, clase y nacin. Podemos complicar un poco ms an esta situacin si
introducimos tambin el tema del Estado. La distincin entre Estado y nacin es
importante, as como lo es la diferencia entre etnia y clase. Aunque la formacin de los
Estado-nacin absorbe la nacin al Estado, esto no quiere decir que la nacin es lo
mismo que el Estado. La formacin del Estado, si podemos hablar as, tiene que ver con
las mltiples gubernamentalidades que son articuladas en forma de agenciamientos,
engranajes, mquinas polticas que se distribuyen en forma de mapas
institucionales[14]. La estatalizacin de las territorialidades, de los agenciamientos
concretos y relaciones de poder locales, es decir, su apropiacin, desarticulacin y
transformacin a gran escala forma parte del proceso de conformacin del Estado. La
institucin del Estado pasa por la unificacin de las formas de gobierno y los
mecanismos de poder, termina ejerciendo su jurisdiccin a la escala de lo que va ser la
nacin, incorpora de modo transversal la legislacin y normativa jurdica que permite la
reglamentacin del ejercicio de las prcticas institucionalizadas. Podemos hablar desde
esta perspectiva de la triangulacin concomitante entre Estado, derecho y nacin. Ahora
bien, podemos considerar a la nacin como lo sugiere Immanuel Wallerstein, como que
las naciones no son otra cosa que mitos, en el sentido que son creaciones sociales, y los
estados desempean una funcin central en su construccin[15]. Desde esta
perspectiva, los estados habran creado las naciones, las naciones formaran parte de los
procesos de estatalizacin, pero en este caso se tratara de la estatalizacin de los
imaginarios. Sin embargo, esta comprensin de Immanuel Wallerstein supone la
construccin, la supeditacin y la articulacin plena de la nacin al Estado. No hay
nacin antes del Estado? Podemos ampliar los horizontes histricos de la problemtica
introduciendo un campo de posibilidades mayor, logrando as una comprensin ms
abierta de las formas de identidades colectivas, por ejemplo podemos introducir el
tpico de la luchas de liberacin nacional, as mismo podemos introducir en el anlisis a
las concepciones de nacin emergentes, por ejemplo, las relativas a los imaginarios
colectivos de pueblos indgenas. Es indispensable considerar los imaginarios colectivos
de las resistencias a la colonialidad y a la modernidad, entendidos como actos de
descolonizacin. Desde esta perspectiva, no se tiene en cuenta la arqueologa del
trmino nacin, que en principio alude a una relacin de sangre, la nacin concebida en
el sentido de consanguineidad. Desde esta otra faceta habra una construccin de
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imaginarios nacionales antes del Estado, a partir de otras condiciones de posibilidad
histricas, de otros espacios de intersubjetividad. Aunque podemos circunscribir el
anlisis de Immanuel Wallerstein a la crtica de la nacin en los lmites del espacio
abierto por el Estado-nacin, requerimos de una mirada ms inclusiva de las otras
formas de nacin, para esto solicitamos separar la concepcin de nacin de la
concepcin de Estado, esto nos puede llevar a pensar una forma poltica ms all del
Estado, pensar, por ejemplo, las posibilidades alterativas del Estado plurinacional,
pensar una forma poltica que no necesariamente tenga que llamarse Estado, empero
comprenda la condicin plurinacional. Entre estas variantes, incluso pensar el Estado
plurinacional desde una perspectiva no moderna del Estado, como una forma poltica
que sea instrumento de la sociedad, una forma poltica que se corresponda con las
sociedades autogestionarias y autodeterminantes. En este sentido, estamos sugiriendo la
hiptesis de pensar la nacin como imaginario social, pero tambin como mbito de
reconocimiento, como forma de difusa institucin cultural que adquiere caractersticas
de contrapoder, de contracultura hegemnica y tambin como espacio dinmico
intersubjetivo descolonizador. Bajo esta consideracin es aleccionador lo que establecen
el primer y el segundo artculo de la Constitucin Poltica del Estado de Bolivia. El
primer artculo define el modelo de Estado como unitario social de derecho
plurinacional comunitario con descentralizacin administrativa poltica y
autonomas[16], en tanto que el segundo artculo plantea el reconocimiento de la
preexistencia colonial de las naciones y pueblos indgenas originarios campesinos, por
lo tanto el reconocimiento de su derecho al autogobierno, a la libre determinacin, a sus
instituciones propias, lengua, normas y procedimientos caractersticos, cosmovisin y
gestin propias, reconocimiento de la autonoma y de la consolidacin de sus entidades
territoriales[17]. En este caso hablamos de nacin ms en el sentido cultural, incluso en
el sentido territorial, como es el caso de los suyus, naciones-territorios de las sociedades
andinas, conformaciones complejas, basadas en los ayllus, comunidades duales,
asentadas en distintos pisos ecolgicos y markas, pueblos que comprenden a conjuntos
de ayllus. El sentido de naciones y pueblos indgenas originarios se abre a una
pluralidad de configuraciones de nacin, a distintas acepciones colectivas histricas
culturales.
De acuerdo a Immanuel Wallerstein las categoras de raza, nacin y clase se
corresponden con cada uno de los rasgos estructurales bsicos de la economa-mundo
capitalista:
El concepto de raza est relacionado con la divisin axial del trabajo en la
economa-mundo; es decir, la antinomia centro-periferia. El concepto nacin
est relacionado con la superestructura poltica de este sistema histrico, con
los Estados soberanos que constituyen el sistema interestatal y se deriva en l.
El concepto de grupo tnico est relacionado con la creacin de las
estructuras familiares que permiten que buena parte de la fuerza de trabajo se
mantenga al margen de la estructura salarial en la acumulacin de capital.
Ninguno de los tres trminos est relacionado directamente con el concepto de
clase y por ello porque clase y pueblo se definen ortogonalmente, lo cual
constituye una de las contradicciones de este sistema histrico[18].
Se puede deducir de esta cita que no slo las categoras de raza, nacin y clase forman
parte de los rasgos estructurales bsicos de la economa-mundo capitalista, sino tambin
la categora de etnia, as como el mismo concepto de Estado, como vimos ms arriba.
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Toda la composicin social y poltica es leda a partir de subsuncin formal y real del
trabajo al capital, como dispositivos histrico sociales de los procesos de subsuncin del
trabajo al capital. En otras palabras, el capitalismo hace inteligible a las sociedades, a
los estados, a las formaciones econmicas sociales y a toda la compleja composicin
histrica cultural de los sistemas-mundo. Todo esto parece contrastarse positivamente
con la expansin global, dominio y hegemona contempornea del capitalismo. Pero,
fue siempre as, durante los largos ciclos del capitalismo? Qu pasaba en los lugares
donde no haba llegado todava el capitalismo en su proceso de expansin, sobre todo al
principio, durante los primeros ciclos del capitalismo? Qu pasaba antes del
capitalismo? Estas otras formaciones sociales son incognoscibles? Siguiendo esta
lgica, volviendo al presente, cmo explicar e interpretar los saberes, las prcticas, las
formas, los movimientos de resistencia al capitalismo, a la modernidad y a la herencia
colonial, sus modos de nombrarse, de construir sus imaginarios, de nombrarse y
representarse? No dejan de ser disfuncionales al capitalismo? Y por lo tanto, no pueden
entenderse como formas desbordantes al modo de produccin capitalista. Estas
preguntas nos plantean una duda, la teora de la economa-mundo capitalista, el anlisis
de los sistemas-mundo, abarcan la totalidad del mundo o hay una parte del mundo que
escapa a su mirada?
En primer lugar, qu estamos entendiendo por mundo. Desde una perspectiva filosfica
Eugenio Tras habla de mundos: Mundo teortico referido al orden de los sucesos (el
cerco), mundo moral explcito en la proposicin tico-metafsico (el acceso), mundo
esttico referido al modo simblico de exposicin de la obra de arte y mundo histrico
moderno explicitado en el juicio o proposicin que determina finalsticamente la propia
modernidad (el despliegue)[19]. Desde una perspectiva positivista y lgica Ludwig
Wittgenstein se refiere al mundo como totalidad de todos los hechos. Hablamos de un
horizonte de visibilidad? Hablamos de un horizonte de sentidos? George Bataille habla
de mundo como un horizonte de sentido. Tambin se puede hablar de un horizonte de
visibilidad, por eso se dice que el mundo es mundo desde el descubrimiento de
Amrico. Con esta expresin nos referimos al horizonte abierto por la modernidad.
Volviendo al alcance de la economa-mundo capitalista y del sistema-mundo, Immanuel
Wallerstein se refiere a la totalidad de las sociedades, Estados, naciones, es decir,
formaciones-econmico sociales concretas atravesadas por las relaciones de produccin
capitalistas, articuladas por las lgicas de acumulacin del capital, en los distintos ciclos
del capitalismo, es decir, se trata de una dimensin temporal y espacial. Temporalmente
hablamos de la historia del capitalismo, historia que comprende las transformaciones
habidas en la economa-mundo capitalista, espacialmente hablamos del planeta tierra.
Aparentemente este mundo abarca todo, esto quiere decir que todo estara
comprometido en el proceso de acumulacin de capital. Nada escapara a esta lgica de
valorizacin dineraria, a sus redes de relaciones, a sus estructuraciones sociales, a sus
composiciones econmicas, a sus formaciones polticas, a sus decodificaciones
culturales, a su produccin de necesidades, a su compulsivo consumismo, a sus
prcticas competitivas y obviamente al universo complejo y mltiple del mercado, con
sus contradictorias formaciones monoplicas. Hay algo que dentro de este mundo no
sea tomado en cuenta? Podramos preguntar de manera paradjica: Hay una afuera de
este adentro? Que siendo coherentes, tendra que ser llamado hueco. Habra huecos en
este mundo que escaparan al control del capital, a la hegemona en el ciclo del
capitalismo en cuestin, al dominio mundial de la forma poltica imperial? Esto
significara la presencia oculta, velada u opaca de formas o proyectos alternativos
civilizatorios y culturales? Podemos encontrar esta posibilidad en las resistencias al
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despliegue, la circulacin y acumulacin del capital, en los movimientos antisistmicos?
Esta cuestin va a ser tambin tema del presente anlisis.
Estado, sociedad y comunidad
El Estado no se desprende de la sociedad como en un acuerdo, pacto o contrato social,
el Estado se constituye en esa diferenciacin entre Estado y sociedad civil, sobre la base
de una sociedad atomizada en individuos, reconocindoles sus derechos individuales y
su ciudadana, aunque paradjicamente esta ciudadana no cubra a todos. Se hace una
abstraccin en la formacin de los estados y sociedades liberales, se hace como si el
resto no existiera, mujeres y comunidades. Las comunidades son como la matriz
anterior, el preludio de la sociedad y el Estado. La comunidad comprende formas de
sociabilidad anteriores a las sociedades mismas. Las comunidades se conformaron sobre
la base de las redes de relaciones de parentesco, las alianzas familiares, territorialidades,
intersubjetividades afectivas, identidades colectivas, configuraciones culturales. Las
comunidades ancestrales se constituyen imaginariamente en el acto mismo del
sacrificio, esta vinculacin con la muerte los arrastra fuera de los lmites mismos de la
vida, al ms all, a elucubrar su relacin con lo sagrado y a descubrir lo sagrado en las
fuerzas inmanentes de la vida[20]. Esta es una constitucin cultural, simblica,
ceremonial, con la elocuencia de los ritos, de la comunidad ancestral. Para no hablar de
los orgenes de la comunidad sino del nacimiento de la comunidad. Se trata de una
discusin con la historia, por lo tanto mito, acerca de los orgenes de la comunidad; se
puede hablar de nacimientos plurales, diferenciales, localizados de las comunidades.
Desde esta perspectiva, de las historias efectivas de las comunidades, se trata de hacer
genealogas de las comunidades. Estos nacimientos tienen que ver primordialmente,
probablemente, con la caza y recoleccin, hablamos de las comunidades itinerantes, que
se confunden, de manera inmediata, con sus propias estructuras de parentesco. La
arqueologa puede ensearnos mucho de estos nacimientos proliferantes. Tiempos
despus, cuando las comunidades domestican las plantas y aprenden a manejar sus
genomas, cuando desarrollan la agricultura, la llamada revolucin verde, las
comunidades establecen alianzas familiares y territoriales, conformando grandes
comunidades o formas expansivas de sociedades territoralizadas. Es probable que las
comunidades mismas se hayan reestructurado y transformado, recodificando y
revalorando sus relaciones y prcticas, sobrecodificando sus propiossmbolos,
ampliando los alcances de las jerarquas y el prestigio, estratificando el campo
comunitario. Esta ampliacin y reestructuracin de las comunidades no las hace
desaparecer, ms bien las consolida como formas perenes que sostienen el decurso de
las sociedades mismas, pero tambin de las formas de poder que se conforman y
despliegan. Las comunidades han sostenido a grandes formaciones sociales y complejas
conformaciones de poder, han sostenido a seoros, a Tiwanaku, alianza entre pueblos,
y al Tawantinsuyu, alianza territorial, incluso fueron el sostn en los primeros aos de la
Repblica, a travs del tributo indgena. Podemos discutir si hoy siguen sindolo, a
pesar de la injerencia e irradiacin del capitalismo, a travs de los enclaves de
explotacin minera, la economa de la plata y la economa del estao, y a travs tambin
de las extensiones, transfiguraciones y simbiosis del mercado, incluyendo
prioritariamente el mercado de la coca. Esta discusin podemos extenderla a lo que hoy
llamaramos economa de los hidrocarburos, en vinculacin con el ciclo del capitalismo
norteamericano, su hegemona, dominacin y declive.
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En muchos escritos he sostenido que las formas de comunidad siguen siendo la matriz y
el sostn del Estado-nacin, del Estado y la sociedad, de la formacin econmica social
boliviana articulada al mercado mundial y la economa-mundo capitalista. La
explicacin de los salarios bajos se da por el entorno de las comunidades campesinas,
por el vnculo con estas comunidades por parte de los mineros, que supuestamente
habran perdido sus medios de produccin, instrumentos de trabajo y tierra, por su
vinculacin con los entornos familiares, que son como pequeas comunidades en
relacin con otras formas comunitarias subsistentes y actualizadas. La explotacin de
los recursos naturales por parte de las empresas trasnacionales en la periferia del mundo
capitalista, se lo hace no solo ocasionando la proletarizacin de la poblacin autctona,
sino a travs de la redituacin perversa de las formas comunitarias, que donan fuerza de
trabajo de manera permanente o intermitente y sostienen multifomemente la
reproduccin social. En estas condiciones se combinan formas de subsuncin formal, de
subsuncin real y, si se puede hablar as, de subsuncin virtual, del trabajo al capital. La
comunidad entonces retorna, se actualiza, transfigurndose, durante los ciclos ms
avanzados del capitalismo.
El Estado-nacin habra nacido as, sobre la base de la diferenciacin entre Estado y
sociedad civil en Bolivia, diferenciacin efectuada a travs de la conformacin de la
representacin, que vincula a la sociedad civil con el Estado, mediante el ejercicio del
voto, que a su vez se basa en el reconocimiento de la ciudadana a criollos y mestizos,
hombres ilustrados, propietarios privados, hacendados, y un entono de sectores medios
de artesanos. Estaban excluidos de la ciudadana, por lo tanto de los derechos civiles y
polticos, indgenas y mujeres. Una repblica de minoras sobre los hombros de la
mayora indgena. Como se puede ver el Estado-nacin era una comunidad
imaginada[21] en el imaginario de los criollos, por eso mismo una ficcin no
compartida por los otros imaginarios, los imaginarios indgenas y los imaginarios
femeninos. Una legitimidad circunscrita a los criollos y mestizos no es una legitimidad
adecuada y requerida por el conjunto de la poblacin que habita la extensin geogrfica
de la Repblica. Se trata de una legitimidad restringida, del ejercicio del voto
restringido, por lo tanto de un mbito de representacin estrecho, as mismo podemos
pensar en un mapa institucional liberal angosto. Cmo pudo haberse erigido una
Repblica en estas condiciones tan circunscritas, de una modernidad tan incipiente, con
la mayora de la poblacin en la sombra? La respuesta no se encuentra en el alcance
poco propenso de la modernidad, en el tamao exiguo de la prctica poltica, sino en los
mbitos de las relaciones de poder de carcter colonial. En realidad estos hombres
polticos no eran individuos modernos sino patrones, hacendados, gamonales, que
adems de monopolizar tierras y propiedades mineras, controlaban a las poblaciones
indgenas, dentro de sus haciendas y bajo la cobertura de las relaciones de servidumbre
y subordinacin. Las verdaderas relaciones de poder que sostenan la forma aparente del
Estado-nacin corresponden a los mbitos de despliegue del diagrama de fuerzas
colonial. Entindase que este no es un reclamo de modernidad, sino una apreciacin de
las formas efectivas de modernidad en la periferia de mundo capitalista. Cunto de
estas paradojas y formas aparentes se dan en el centro del mundo capitalista? Es posible
que esto tambin ocurra, aunque con otras caractersticas, sin embargo, debemos
entender que en este centro hegemnico y de dominacin se han desarrollado de manera
extensa y ejercido de manera ms minuciosa las estrategias de disciplinamiento,
diagramas de poder disciplinarios que constituyen al hombre moderno, a partir de
procedimientos de domesticacin y manipulacin fragmentaria y detalladla del cuerpo.
Qu clase de internalizaciones, de perfil, de conjuncin de fuerzas, de subjetividad se
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form en estas tierras atravesadas por estrategias de colonizacin y simultneamente
ocupadas por resistencias comunitarias? Hombres semi-modernos perversamente
deformados? Hombres intermediarios, fronterizos? Semi-burgueses intermediarios
entre los dos espacios de la economa-mundo capitalista, centro y periferia, ricos y
mediadores en el proceso de acumulacin, por lo tanto patrones como burgueses? La
modernidad se habra dado de la nica manera que poda darse, como mezcla,
entrelazamiento, abigarramiento dramtico, en un perfil subjetivo atormentado y
desdichado. Las formaciones aparentes, el Estado-nacin aparente, deriva en una
Repblica ilusoria, en contraste con formaciones histricas complejas, que develan que
las cosas, las relaciones sociales, las instituciones se dan en tiempo heterogneo[22].
La nacin en tiempo heterogneo
Qu es la nacin? Un sentimiento compartido? La patria liberada? La comunidad
imaginada? Si es as, que nacin se imaginaban los guerrilleros de la independencia? La
guerrilla de los valles slo espordicamente controlaba la geografa de los escenarios de
una guerra intermitente por la independencia de la patria, trmino usado en el diario de
Jos Santos Vargas. Dependan de las incursiones del ejrcito de Buenos Aires, as
como tambin de su ausencia, pues cobraban autonoma de accin en prologados lapsos
de tiempo. Los guerrilleros acosaron al ejrcito realista, pero tambin eran acosados por
ellos y perseguidos, hacan los que podan para sobrevivir, movilizaban pequeos
contingentes de tropas y tenan mandos dispersos en los caudillos, quienes no
terminaban ponerse de acurdo por la conduccin de la guerra de guerrillas. Contaban a
veces con el apoyo de comunidades, por lo tanto, a veces crecan sus fuerzas con el
apoyo indgena, pero la mayor parte del tiempo sus desplazamientos de maniobra corta
y con pequeos contingentes. Los nombres de los guerrilleros se volvieron famosos en
las listas del ejrcito realista, el mismo que buscaba acabar con ellos fulminantemente y
quebrar sus redes de comunicacin. No lo pudo hacer, tampoco venci la guerra de
guerrillas. Sin embargo la huella de esta guerra quedo marcada en estos territorios de los
valles de la Audiencia de Charcas. Tuvieron alguna relacin espordica con el gaucho
Gemes, lder guerrillero del norte argentino, encargado por Buenos Aires de cuidar la
frontera, pero al final de cuentas dependieron de sus propias fuerzas y de su
convocatoria. Cul era la nacin por la que peleaban los guerrilleros, pero no pudo ser?
Porque la nacin que se impuso fue la que dej el ejrcito independentista en
negociacin con la oligarqua charquea y los doctorcitos de Sucre. Una repblica
acordada despus de las hostilidades, pues el proyecto de Bolvar, de una Patria grande,
no pudo materializarse, debido a la oposicin de las oligarquas regionales, que
prefirieron garantizar sus privilegios de hacendados y propietarios mineros. El proyecto
de Bolvar era demasiado grande para ellos, donde podan perderse y perder. Hay
analistas que dicen que las condiciones no estaban dadas. Valga a saber si esto es cierto,
lo que importa es saber que el ejrcito independentista no poda cumplir por si solo con
la tarea encomendada, requera de la voluntad de los lugareos, que por lo que sabemos
iba por otros lados. Las comunidades indgenas no estaban comprometidas con la
hazaa, como lo estuvieron en los levantamientos del siglo XVIII. No se tejieron
relaciones de confianza entre comunidades y rebeldes criollos. Si hubo participacin fue
circunstancial, no comprometida, como ocurri con los levantamientos de Tupac
Amparu, Tupac Katari, Bartolina Sisa, Tomas Katari, que buscaban, se puede interpretar
as, la reconstitucin. No se equivocaron las comunidades, porque lo que ocurri
durante la Repblica fue en contra de ellas, perdieron tierras y autonoma. Pero,
volviendo a la pregunta de qu nacin se imaginaban los guerrilleros, tendramos que
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responder que, probablemente, no era algo distinto a la misma Audiencia de Charcas,
pero sin espaoles, sin chapetones. En el mejor de los casos, la imagen de la
independencia poda extenderse a todo el Virreinato de la Plata, debido a las
vinculaciones con el ejrcito argentino. De todas maneras, esto de la imagen de nacin
de los guerrilleros de la independencia no es algo fcil de resolver, pero de lo que
podemos estar seguros es que no haba un proyecto poltico, tampoco social, menos
cultural, de reconstitucin.
Hay que entender esta insurgencia en el contexto de la crisis del sistema colonia, como
parte de sus contradicciones inherentes, del declive y decadencia del imperio espaol.
Desde lejos se puede decir que el imperio espaol, es Estado territorial y extraterritorial,
comprendiendo a las colonias, ya no era funcional al nuevo ciclo del capitalismo, qued
obsoleto ante los requerimientos de las formas de acumulacin de capital, con sus
consecuentes expansiones y transformaciones. Concretamente, qued obsoleto despus
de la revolucin industrial que se produjo en Gran Bretaa. El nuevo capitalismo corra
a la velocidad de las mquinas de vapor y el ferrocarril, la maquinaria industrial
transform las temporalidades de la produccin y la circulacin. Aunque parezca
paradjico, los nuevos movimientos independentistas, con sus proyectos de liberacin
nacional, de conformacin de repblicas, con pretensiones de modernizacin y sueos
de modernidad, terminaron siendo funcionales al ciclo del capitalismo britnico. Esta
quizs fue la razn y la condicin histrica por la que los movimientos independentistas
del siglo XIX prosperaron y terminaron materializando sus proyectos nacionales. En
cambio, los levantamientos indgenas del siglo XVIII fracasaron, no lograron viabilizar
sus proyectos de liberacin y reconstitucin. Sin embargo, esta frustracin, viendo el
largo tiempo, la larga duracin, viendo desde las perspectivas de las estructuras de larga
duracin, fue convertida en memoria e irradiacin histrica, con las recurrentes
actualizaciones de la guerra anticolonial inconclusa. Para dar algunos ejemplos, de este
modo podemos leer e interpretar la guerra aymara en la guerra federal de 1899, en los
recurrentes levantamientos que aparecen insistentemente despus de la derrota de Tupac
Amaru y Tupac Katari, atraviesan lo que quedaba del siglo XVIII y recorren el siglo
XIX, para continuar localmente con los levantamientos durante el siglo XX. Por este
lapso se encuentra los levantamiento de las comunidades de Jess de Machaca, durante
los primeros aos de la dcada del veinte. Podemos situar resistencias hasta la guerra
del Chaco y despus de esta guerra, hasta la revolucin de 1952 y despus de esta
revolucin. Un levantamiento campesino, que se hizo famoso, es el relativo a la
movilizacin de los campesinos del valle en 1974, que termino en la conocida masacre
del valle, pero tambin deriv en la ruptura del pacto militar campesino y el nacimiento
del movimiento katarista, que, retomando la memoria larga, desarrollo un proyecto
poltico cultural de reconstitucin del Qullasuyu. Sin embargo, lo ms sintomtico, de
estas actualizaciones de antiguas luchas, concurre durante las movilizaciones sociales
del 2000 al 2005, donde reaparece con fuerza la forma y las estructuras de la rebelin
indgena, la alianza guerrera de los ayllus y comunidades, la reterritorializacin de facto
de los espacios ancestrales, ahora emergentes y sostn de la subversin indgena.
A modo de hiptesis, podemos hablar de dos estructuras de larga duracin que
atraviesan los periodos coloniales y republicanos. La primera y fundamental, la
estructura de la rebelin indgena, constituida, en los levantamiento anticoloniales del
siglo XVIII, ligada a un proyecto de reconstitucin civilizatorio-cultural y anti-
moderno; la segunda, la estructura de la insubordinacin criollo-mestiza, conformada
durante los movimientos independentistas, de la guerra de guerrillas y la guerra de la
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independencia, ligada a un proyecto nacional y moderno. Ambas estructuraciones han
tenido una trayectoria casi paralela a lo largo de la historia, hasta encontrarse en los
acontecimientos de la guerra del gas, de octubre del 2003. Ambas estructuras y
estructuraciones, actualizadas en distintos contextos, con sus correspondientes
transformaciones, condicionan los procesos histrico-polticos, sus periodos y sus
coyunturas, acaecidos en las temporalidades de la formacin econmica social,
condicionan las formas efectivas del Estado sociedad concretas, sus complejas
relaciones, sus mbitos pblicos, tambin sus mbitos civiles, y consecuentemente,
sobrepasando los lmites de la sociedad civil, la configuracin de la sociedad poltica,
como propuesta relacional, alternativa, de politizacin de la demanda y de la
elaboracin de proyectos alternativos de los subalternos[23].
El Estado-nacin en el contexto de la
globalizacin
Los Estado-nacin habra iniciado su genealoga con la conformacin de los estados
entre el siglo XVII y XVIII en Europa sobre la base de las Monarquas absolutas. A
fines del siglo XVIII se conforma la repblica, como resultado de la revolucin poltica
en Norteamrica, con la unificacin de los Estados de la Unin, en su forma Federal.
Poco despus la revolucin francesa instaura la repblica, como resultado de la
revolucin social, en su forma ms bien unitaria, llevando adelante la declaracin
universal de los derechos del hombre, inscribiendo en el imaginario popular las
consignas de libertad, igualdad y fraternidad[24]. Como siguiendo estas declaraciones
democrticas Toussaint LOuverture dirigi la inaugural contienda triunfante por la
emancipacin de los esclavos modernos en la colonia francesa de Santo Domingo
(Hait). Durante el siglo XIX se constituyen las repblicas en las llamadas Indias
occidentales, como resultado de las guerras de independencia. En el lapso del siglo XX,
despus de la segunda guerra mundial, las colonias europeas en Asia y frica consiguen
su independencia. Esta es una brevsima historia de la conformacin de los Estado-
nacin, pero no podramos tener todo el panorama sino recorremos la historia hasta el
presente, cuando los Estado-nacin se encuentran cercados y atravesados por una nueva
soberana, la del imperio[25], en el periodo delirante de los discursos apologetas de la
globalizacin, en el ciclo y el declive de la hegemona estadounidense.
Un concepto indispensable para entender la conformacin de los estados es soberana,
que significa primordialmente legitimidad del poder. Esta soberana es transferida del
cuerpo del rey al pueblo por medio de la revolucin y las guerras de independencia. En
segundo lugar soberana significa independencia, quiere decir que el Estado-nacin
acta en igualdad de condiciones con otros Estado-nacin. En tercer lugar significa
potestad absoluta sobre sus recursos. En cuarto lugar significa autonoma en cuanto a la
capacidad de definir y disear sus propias polticas. Todos estos tres ltimos
significados estn ntimamente ligados al primero, que es fundamental, pues en este
significado de soberana como legitimidad radica el secreto de las formas de
dominacin modernas. Aunque se haya transferido al pueblo la soberana como
referente de la legitimidad, sta justifica la mediacin en las relaciones de poder. La
soberana faculta la transferencia del poder por delegacin a travs de la representacin,
la soberana justifica el ejercicio del poder a nombre del pueblo.
La soberana es una palabra recurrente en los discursos democrticos, pero tambin en
los discursos revolucionarios, se lo hace de una manera acrtica, espontnea, como por
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costumbre, sin tomar en cuenta la polisemia de sus significados, sobre todo uno, el
original, en el cual soberana tiene que ver con la legitimidad del poder. Por eso es
importante hacer una especie rpida de arqueologa de la soberana para develar las
formas como los discursos encumbren los mecanismos de dominacin.
Teora de la soberana
Los discursos de soberana pueden agruparse en aqullos que suponen la teora jurdica
poltica, que es precisamente la teora de la legitimidad del poder. A propsito de esta
teora, Michel Foucault dice que la teora poltica de la soberana se remonta a la edad
media; procede de la regeneracin del derecho romano; se conform en torno a la
cuestin de la monarqua y del monarca. En este sentido, la teora de la soberana
ejerci cuatro papeles:
En primer lugar tiene que ver con un dispositivo de poder efectivo que era el de la
monarqua feudal. Segundo, sirvi de herramienta y tambin de apologa para la
constitucin de las grandes monarquas administrativas. En esta secuencia, a partir del
siglo XVI y sobre todo del siglo XVII, ya en las circunstancias de las guerras de
religin, la teora de la soberana fue un aparato que transit tanto en un campo como en
otro, que se esgrimi en un sentido u otro, ya fuera para circunscribir o, al contrario,
para robustecer el poder real[26].
En sntesis, la teora de la soberana fue la gran arma de la querella poltica y terica
entorno de las modalidades de poder de los siglos XVI y XVII. En el siguiente siglo
(XVIII) volvemos a encontrarla, como versin decimonnica del derecho romano, en
Rousseau y sus contemporneos, esta vez con un cuarto papel: en ese perodo se trata de
edificar, contra las monarquas administrativas, autoritarias y absolutas, un prototipo
alternativo, de las democracias parlamentarias[27]. Como se puede ver se puede decir
que la teora de la soberana transita, durante este tiempo, de la cuestin de las
monarquas, de los problemas de legitimidad planteados por el poder absoluto, por el
poder real, a la cuestin de la legitimidad del poder en las repblicas. Ya no se trata de
la soberana del soberano sino de la soberana del pueblo. En otras palabras, el pueblo es
el nuevo soberano. Pero, entonces la figura del pueblo se construye sobre el arquetipo
de la unicidad del poder, como un solo cuerpo ungido por la legitimidad popular. Bajo
esta figura el pueblo transfiere el poder a sus representantes. Este es el acto supremo de
construccin de la representacin como mediacin del poder. Se podra decir, con cierta
aproximacin no exenta de equvocos, que, de esta forma, el poder ya no la ejerce el
pueblo sino sus representantes. Esto es relativamente cierto, pues, en verdad, nadie deja
de ejercer el poder, porque el poder atraviesa a todos, gobernantes y gobernados, como
tambin a dominantes y dominados, todos lo usan, slo que unos de una determinada
manera y otros de otra. Los representantes usan el poder de una manera unificada, como
monopolio, en tanto que el pueblo usa el poder de una manera dispersa, fragmentada, en
el contexto del tejido de relaciones que componen la sociedad. Se puede decir que los
representantes ejercen el poder de forma institucional, de una manera molar, y que el
pueblo ejerce el poder de forma espontnea, de manera molecular. Se produce un
trastrocamiento, una desmesura, cuando se da lugar la revolucin, poniendo en suspenso
el mapa institucional y los mecanismos de dominacin.
Desarrollando los tpicos de la teora jurdica poltica, se puede decir que la teora de la
soberana est enlazada a una forma de poder que se practica sobre la tierra y sus
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productos, no tanto sobre los cuerpos y lo que hacen, como ocurre con otras formas de
poder, como en el caso del diagrama de poder disciplinario. La teora de la soberana
atae al traslado y usurpacin, no del tiempo y del trabajo sino de los bienes y la riqueza
por parte del poder. La teora de la soberana accede transcribir en expresiones jurdicas
unos compromisos intermitentes y habituales de preceptos, sin llegar a reglamentar una
vigilancia perpetua; es una teora que faculta fundar el poder alrededor y desde la
presencia fsica del soberano y no de los procedimientos incesantes y durables de
vigilancia. La teora de la soberana es lo que permite fundar el dominio absoluto del
poder; por lo tanto se est lejos del clculo del poder que establece el balance del
mnimo de gastos y el mximo de eficacia[28]. Se puede decir que el diagrama del
poder soberano comprende la administracin de las cosas y los recursos, en tanto que el
diagrama de poder disciplinario trabaja sobre el tiempo de los cuerpos y el detalle de su
anatoma, sus movimientos y su dinmica de una manera minuciosa.
Se produce entonces una yuxtaposicin entre el diagrama de poder soberano y el
diagrama de poder disciplinario, el discurso de la soberana es usado para encubrir los
mecanismos de dominacin disciplinarios, en tanto que el discurso relativo al diagrama
disciplinario de desarrolla como discurso de las ciencias humanas. Cuando la teora
jurdica poltica abandona la cuestin de la monarqua para ocuparse de las democracias
parlamentarias, la teora de la soberana fue, en el siglo XVIII y an en el XIX, un
dispositivo discursivo crtico consistente contra la monarqua y todas las dificultades
que podan oponerse al desenvolvimiento de la sociedad disciplinaria. Pero, tambin, de
modo superpuesto, esta teora y la disposicin de un cdigo jurdico ajustado a ella
permitieron entrecruzar a los mecanismos de disciplina un sistema de derecho que
encubra sus procedimientos, que desvaneca lo que poda haber de dominacin y
tcnicas de dominacin en la disciplina. En este contexto, la teora de la soberana
reconoca a cada uno el ejercicio, a travs de la soberana del Estado, de sus propios
derechos soberanos[29]. La soberana del Estado se convierte en un garante de los
derechos individuales, de los derechos civiles y polticos, de los derechos humanos. El
Estado, en otras palabras, la constitucin, es el marco jurdico de estos derechos. Dicho
de otra manera, hay una concomitancia entre el Estado y los ciudadanos.
Es importante entender que la teora de la soberana se plantea ineludiblemente fundar
un ciclo, el ciclo del sujeto al sujeto (sbdito), exponer cmo un sujeto entendido
como individuo dotado, naturalmente, de derechos, capacidades, facultades, atributos y
potencialidades puede y debe trocarse en sujeto, pero entendido esta vez como unidad
sometida en una relacin de poder. La soberana es la teora que va del sujeto al sujeto,
que instaura la relacin poltica del sujeto con el sujeto. En este sentido, la teora de la
soberana determina, en el comienzo, una multiplicidad de poderes que no lo son en
sentido poltico del trmino, sino capacidades, posibilidades, potencias, y slo puede
componerlos como tales, en el sentido poltico, con el requisito de haber conformado en
el nterin, entre las posibilidades y los poderes, una situacin de unidad primordial y
productora, que es la unidad del poder[30]. El Estado se yergue como monopolio
poltico, pero tambin como dador poltico, como asignador poltico, no slo como
garante sino tambin como distribuidor, pero tambin como promotor poltico.
Como se puede ver, hay una relacin constitutiva entre Estado y sociedad, pero tambin
una relacin de transferencia entre legitimidad y legalidad. La teora de la soberana
expone cmo puede erigirse un poder no exactamente segn la ley sino segn una cierta
legitimidad fundamental, ms fundamental que todas las leyes; se trata de una especie
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general de todas las leyes y que puede permitir a stas funcionar como tales. En otras
palabras, la teora de la soberana es el ciclo de la legitimidad y la ley. Digamos que, de
una u otra manera, la teora de la soberana conjetura al sujeto; seala a fundar la unidad
esencial del poder y se despliega siempre en el elemento previo de la ley. Triple
condicionalidad, por lo tanto: la del sujeto a someter, la de la unidad del poder a fundar
y la de la legitimidad a respetar. Tringulo instituyente: sujeto, unidad de poder y
ley[31].
La soberana del Estado-nacin
Se dice que el Estado creo la nacin y no la nacin al Estado, como se ha querido
proponer de un modo retroactivo, en el despliegue del discurso de legitimacin del
poder del Estado. Antonio Negri y Michel Hardt dicen que la concepcin de nacin se
despleg en Europa sobre el suelo del Estado patrimonial y absolutista. El Estado
patrimonial se defina como la propiedad del monarca[32]. Otra es la historia de los
otros continentes, se puede decir que all lleg el Estado en su forma colonial, como
expansin imperial, como administracin extraterritorial europea. Despus, la
constitucin de los Estado-nacin en las excolonias intenta oponerse al colonialismo y
salir del mismo, empero lo hace en el contexto mundial dibujado por la colonizacin, en
cierta manera, en las jurisdicciones de las administraciones coloniales se instauran los
Estado-nacin subalternos.
Volviendo a la historia europea, los autores del Imperio[33] dicen que el cambio del
modelo absolutista y patrimonial gravit en un desarrollo gradual que substituyo el
cimiento teolgico del patrimonio territorial por un nuevo cimiento, igualmente
trascendente. En el sitio dejado por el cuerpo divino del rey, ahora se colocaba la
afinidad subjetiva de la nacin, la que formaba del territorio y la poblacin un pueblo
ideal. Para exponerlo de un modo ms riguroso, el territorio fsico y la poblacin se
imaginaron como la prolongacin de la substancia trascendente de la nacin. El
concepto moderno de nacin heredaba as el cuerpo patrimonial del Estado
monrquico y le inventaba una nueva forma[34]. El imaginario de la nacin se
configura as sobre la base del arquetipo del cuerpo del Estado absolutista, la
reconstruccin imaginaria invierte los trminos, la nacin se convierte en el origen del
Estado, esta invencin histrica, esta reconstruccin actualizada del tiempo histrico,
tiene que ver con los discursos de legitimidad, con la recomposicin del concepto de
soberana. La nacin se convierte en la substancia trascendente que atraviesa los
tiempos, en el espritu que se realiza en el Estado. En esta dialctica de objetivacin, la
nacin se materializa en el territorio y la poblacin. Algo parecido, en un contexto
distinto, es lo que sucede en las sociedades que fueron colonizadas, la nacin es un
imaginario trascendente que fundamenta la independencia y la constitucin de los
Estado-nacin, slo que en este caso se recurre a la re-significacin y reinterpretacin
de las propias tradiciones. Visto de esta forma, habra que decir, que en ambos casos, la
dialctica de la historia concibe la substancia trascendente de la nacin se cmo
acontecimiento inmanente, como pasin, como sensibilidad social.
El despliegue imaginario de la filosofa de la historia, sobre todo ante la evidencia de la
crisis de la modernidad, que todo lo disuelve, la manera de solicitar soporte para el
poder efmero de la soberana, como arreglo a la crisis de la modernidad, fue
imputrselo inicialmente a la nacin y luego, cuando la nacin tambin se descubri
como un recurso perecedero, arrogrselo al pueblo. Dicho de otra manera, as como el
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concepto de nacin consuma la nocin de soberana procurando que es preliminar a ella,
el concepto de pueblo tambin perfecciona el de nacin en integridad de otra imagen
simulada de retraccin racional. Cada paso metdico hacia a la zaga tiende a coagular el
poder de la soberana ensombreciendo su plataforma, esto es, establecindose en la
realidad del concepto. La afinidad de la nacin y ms an la homogeneidad del pueblo
deben exhibirse como algo congnito y vernculo[35]. Otro tringulo constitutivo:
Estado, nacin y pueblo.
Teniendo en cuenta el tringulo constitutivo e instituyente de Estado, nacin y pueblo,
haciendo una crtica al concepto de pueblo, Antonio Negri y Michael Hardt dicen que,
aunque el pueblo se plantea como fundamento primigenio, la concepcin moderna del
pueblo es en realidad producto del Estado-nacin y slo subsiste dentro de las
condiciones ideolgicas concretas[36]. Ampliando, aproximando y articulando
categoras, comprendiendo el contexto de la colonizacin, la mundializacin de la
economa-mundo capitalista, la expansin integral de la dominacin de los Estado-
nacin centrales, de los imperialismos sucesivos y del Imperio contemporneo, las
categoras de nacin, pueblo y raza de ningn modo estn muy aisladas entre s. La
arquitectura de una desigualdad racial categrica es el apoyo primordial para forjar una
identidad nacional uniforme[37]. Los europeos se van a distinguir del resto del mundo
mediante este procedimiento geopoltico de racializacin, que es otra manera de
establecer la diferencia entre dominantes y dominados, colonizadores y colonizados,
burgueses y proletarios. Por lo tanto se trata de homogeneizar y domesticar la
diversidad y la diferencia de la multitud en la concepcin de pueblo. La similitud del
pueblo se erigi sobre un mapa imaginario que escondi y excluy las diversidades y,
en el nivel prctico, esto se troc en la sumisin racial y el saneamiento social[38]. Se
trata de distinguir a escala mundial el pueblo blanco de las poblaciones morenas
colonizadas, dominadas, explotadas y subordinadas a dominio imperialista, primero, y
del imperio despus. En esta perspectiva, se puede decir que la otra maniobra
substancial en la arquitectura del pueblo, facilitada por la primera, consisti en superar
las diferencias internas ocasionando que un grupo, una clase o una raza hegemnica
representaran a la poblacin en su conjunto. El racimo representativo es el apoderado
diligente que est a la zaga de la vigencia del concepto de nacin[39]. En este sentido,
representacin es no slo repeticin sino tambin represin, inhibicin, pero tambin
expropiacin, usurpacin, de la expresin autentica de las poblaciones y las multitudes.
Los Estado-nacin subalternos
El hecho de que se instauren Estado-nacin en la periferia del sistema-mundo, como
acto de liberacin, como accin anticolonial y acto descolonizador, muestra que la
modernidad ha llegado a todas partes, nos ha comprometido a todos, al centro y a la
periferia de la economa-mundo capitalista, a los pases imperialistas y a los pases
colonizados. Sin embargo, el significado poltico del Estado-nacin no es el mismo en
uno y otro lugar. En tanto que bajo la influencia de los dominadores el concepto de
nacin suscita la estasis y la restauracin, bajo la influencia de los dominados es un
instrumento empleado para provocar el cambio y la revolucin[40]. Podemos decir, de
cierta manera, haciendo un balance histrico que si bien la construccin imaginaria de la
nacin precede a la formacin del Estado en Europa, como hemos visto, en cambio en
los territorios colonizados va a ser una nocin que antecede a la construccin del
Estado. Esta historia no se da de la misma manera aqu y all, hay que considerar las
diferencias contextuales histrico-polticas, empero lo que importa, para contrastar, es
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constatar la diferencia, la forma invertida en la que se da la conformacin del Estado-
nacin en la periferia. En este mbito del mundo, si se puede hablar as, de alguna
manera, la nacin construye al Estado, la comunidad imaginada, a decir de Benedic
Anderson, construye la materialidad institucional, jurdico-poltica, del Estado.
Se puede decir que el nacionalismo de los pases dominados se comporta de una manera
antiimperialista y anticolonial. La complexin progresista del nacionalismo subalterno
resulta determinada por dos aplicaciones bsicas, ambas en alto grado inciertas. Ante
todo la nacin se ostenta como progresista en consonancia con la lnea de defensa contra
la dominacin de naciones ms poderosas y de fuerzas exteriores econmicas, polticas
e ideolgicas[41]. De esta forma, el nacionalismo subalterno ingresa a la modernidad,
pero buscando en ella condiciones de igualdad entre los Estado-nacin. Desde esta
perspectiva, la modernidad no es solamente la cultura donde todo lo solido se desvanece
en el aire, la experiencia de la vertiginosidad y el suspenso, la volatilidad y la velocidad,
del trastrocamiento y de la transformacin, sino tambin la cultura de la equivalencia y
del intercambio, de la analoga y la similaridad, aunque tambin de la mimesis y la
simulacin, as mismo de la comunicacin y de la virtualidad. Aunque en este contexto
se logra la liberacin nacional, el concierto de las naciones, el mundo conformado por
Estado-nacin, no logra resolver el problema de la reiteracin de las desigualdades en
otras condiciones. No solamente hablamos de las desiguales condiciones de intercambio
en el mercado internacional sino tambin sino de la reproduccin de nuevas formas de
dominacin, que se ha venido en llamar neocolonialismo. No hablamos del
colonialismo interno que suscitan las nuevas repblicas, sino de las condiciones de
subalternidad en las que se encuentran los Estado-nacin de la periferia respecto al
centro del sistema-mundo. De todas maneras, ambas formas, el neocolonialismo a
escala mundial y el colonialismo interno parecen complementarse. Por eso, se puede
decir que, en cada uno de estos casos, la nacin es progresista estrictamente como una
lnea fortificada de defensa contra fuerzas exteriores ms poderosas. Sin embargo, as
como se presentan progresistas en su puesto protector contra la dominacin extranjera,
esas mismas murallas pueden pasar cmodamente a ejercer un papel inverso en
correlacin con el interior que protegen[42].
La dialctica de la soberana colonial
Hablamos de la crisis de la modernidad, o mas bien, entendemos la modernidad como
crisis, y lo hemos hecho entendiendo esta crisis como crisis de legitimidad, crisis de la
soberana, crisis del poder, de la reproduccin del poder, por lo tanto, crisis de
representacin, crisis de las instituciones, crisis del discurso jurdico-poltico frente a la
elocuencia de los acontecimientos que se mueven en el mbito histrico-poltico.
Tambin podemos hablar de crisis de las sociedades modernas, en el sentido ms
material del trmino, como crisis orgnica y estructural del capitalismo, por eso mismo
crisis del orden social, de la estructura de clases, comprendiendo a esta crisis como
lucha de clases, por eso concibiendo esta crisis como revolucin, como devenir de la
potencia social, como desplazamiento del poder constituyente, por lo tanto como
democracia. En este sentido entendiendo la democracia como suspensin de los
mecanismos de dominacin[43]. En la medida que el mundo es mundo desde el
descubrimiento de Amrica, a medida que el mundo se hace mundo con las conquistas y
las colonizaciones, con la expansin del sistema-mundo capitalista, convirtindose en
economa-mundo, la crisis de la modernidad adquiere otras connotaciones, la crisis de la
modernidad es tambin crisis de la colonialidad. La crisis de la modernidad sostuvo
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desde el comienzo una relacin intrnseca con la subordinacin racial y la
colonizacin[44]. El decurso de la modernidad es contradictorio, por una parte expande
la utopa de la universalidad, pero por otra parte recrea en otras condiciones las
cartografas del poder, la geografa de las dominaciones, la geopoltica imperialista. Este
decurso de la modernidad es contradictorio y parece no poder resolverse sino en tanto
no se configure una alternativa a la modernidad. De todas maneras, el componente
utpico, el componente quimrico de la globalizacin es lo que imposibilita caer
llanamente en el particularismo y el recogimiento como resistencia a las fuerzas
totalizadoras del imperialismo y la dominacin racista, y lo que, en cambio, nos inspira
a concebir un propsito contra la globalizacin, un proyecto contra el imperio[45].
Viendo retrospectivamente, el capitalismo habra surgido en Europa gracias a la sangre,
el sudor y las lgrimas de los pueblos no europeos conquistados y colonizados[46].
Visto de esta forma, el capitalismo no puede comprenderse slo a partir de la lucha de
clases en Europa, entre obreros y burgueses, a partir de la teora del modo de
produccin capitalista, sino que debe necesariamente incorporarse para su comprensin
la lucha de los pueblos colonizados. Esto requiere unas teoras plurales de las
formaciones econmicas sociales, esto conduce a pensar en el devenir, conformacin,
consolidacin y crisis de la economa-mundo capitalista.
Bajo estas consideraciones, con todo, la produccin de los esclavos de Amrica y el
comercio de Esclavos africanos, la indemnizacin, la homogenizacin clasificada de los
pueblos nativos, no fueron slo, o predominantemente, una transicin al capitalismo.
Compusieron un cimiento realmente estable, una plataforma de sobreexplotacin sobre
la cual se edific el capitalismo europeo. Y aqu no hay ninguna contradiccin: la mano
de obra esclava de las colonias, la mano de obra servil de los nativos, hizo posible el
capitalismo europeo y el capitalismo europeo no tena ningn inters en renunciar a
ella[47]. Qu papel jugaron las burguesas, tanto centrales como perifricas, en esta
expansin arrasadora del capitalismo y la modernidad? En este sentido, ms que delatar
la irracionalidad de la burguesa, lo imprescindible aqu es entender hasta qu punto la
esclavitud y la servidumbre puede ser ntegramente compatible con la produccin
capitalista, como engranajes que restringen la movilidad de la fuerza laboral y
entorpece sus movimientos. La esclavitud, la servidumbre y todas las dems formas de
disposicin restrictiva de la mano de obra desde los culies del Pacfico hasta los
peones rurales de Amrica Latina, el apartheid de Sudfrica son todos componentes
inherentes a los procesos del desarrollo capitalista[48].
Podemos hacer una lectura dialctica de la colonizacin, el colonialismo homogeniza
las diferencias sociales reales instituyendo una anttesis perentoria que lleva las
diferencias a un extremo absoluto y luego subsume la tesis y la anttesis en la
construccin de la civilizacin europea. Empero, la realidad no es dialctica; el
colonialismo lo es[49]. Michel Foucault deca que la burguesa era dialctica pues haba
hecho la sntesis del modelo monrquico, el modelo jurdico poltico, con la guerra de
razas, la guerra de naciones, entre conquistados y conquistadores, con la lucha de clases,
el modelo histrico-poltico. Ahora, Antonio Negri y Michael Hardt dicen que la
dominacin colonial es dialctica, pues habra hecho la sntesis entre el modelo colonial
de dominacin excluyente y racial, con la violencia revolucionaria y antiimperialista de
los pueblos colonizados, en la conformacin de un orden mundial multinacional, que se
basa en la supuesta igualdad de los Estado-nacin, de acuerdo al derecho internacional,
y sin embargo vuelve a restaurar la diferencial condicin de dominacin y
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subordinacin. El colonialismo es una mquina abstracta que produce alteridad e
identidad. El primer resultado de la lectura dialctica es pues el falseamiento de la
diferencia racial y cultural. Esto no significa que, una vez exploradas como
construcciones postizas, las identidades coloniales se precipiten en el aire; son figuras
reales y continan desempendose como si fueran fundamentales. Esta comprobacin
no es una poltica en s misma, sino que estrictamente seala la posibilidad de una
poltica anticolonial. En segundo lugar, el razonamiento dialctico deja claro que el
colonialismo y las representaciones coloniales se fundan en una violenta lucha que debe
renovarse permanentemente. El s mismo europeo necesita ejercer la violencia y
necesita afrontar a su Otro para sentir y mantener su poder, para de este modo rehacerse
continuamente[50].
Como respuesta a la dialctica positiva de la dominacin colonial, los pueblos
colonizados, en lucha por su emancipacin, desarrollan una dialctica negativa. La
mayora de las veces, la dialctica negativa fue concebida en trminos culturales, por
ejemplo, como proyecto de la negritud, el intento de descubrir la esencia negra o revelar
el alma negra. De acuerdo con esta lgica, la respuesta a las representaciones
colonialistas debe implicar la creacin de representaciones recprocas y simtricas[51].
Esta inversin del mundo de las representaciones pretende invertir el mundo de las
relaciones de poder y de los sujetos involucrados en ellas. Sin embargo, la inversin de
la estructura colonial no hace otra cosa que conservar la estructura misma, cuando de lo
que se trata es de ir ms all de esta estructura. De este modo, puede continuarse por
otros caminos el colonialismo y la colonialidad, aunque hayan sido cuestionados,
aunque hayan sido rechazados violentamente, en la medida que quede la huella de su
memoria, pueden repetirse en otras condiciones. A pesar de la congruente lgica
dialctica de esta poltica cultural sartreana, la estrategia que propone nos parece
consumadamente ficticia. La pujanza de la dialctica, que en manos del poder colonial
desfigura la realidad del mundo colonial, se patrocina nuevamente como parte de un
proyecto anticolonial como si la dialctica fuese en s misma la forma real del
movimiento de la historia. Sin embargo, ni la realidad ni la historia son dialcticas y
ninguna gimnasia retrica idealista puede hacerlas entrar en un orden dialctico[52]. La
violencia inicial de dominacin se inscribe en el cuerpo, esta violencia acumulada en el
espesor del cuerpo se revierte contra los opresores, esta violencia parece liberarnos, sin
embargo, en la medida que no trascienda la estructura colonial, en la medida que no
trastroqu el modelo colonial, no termina emancipando a los sojuzgados. La coyuntura
original de la violencia es el del colonialismo: la dominacin y la explotacin de los
colonizados por parte de los colonizadores. La segunda coyuntura, es decir, la
revelacin de los colonizados a la violencia original, puede adquirir en el contexto
colonial todo tipo de formas desmedidas. El hombre colonizado manifestar primero la
agresividad que le fue depositada en sus huesos contra su propia gente[53]. La
violencia depositada en los huesos se revierte contra los colonizadores, pero en la
medida que no logra abolir la geopoltica y la anatoma de la dominacin, no termina de
liberarnos de la superacin dialctica del colonialismo.
En esta perspectiva, el concepto mismo de soberana nacional liberadora es vacilante, si
no ya completamente contradictorio. Mientras este nacionalismo pretende liberar a la
multitud de la dominacin extranjera, erige estructuras internas de dominacin que son
igualmente implacables[54]. El Estado-nacin postcolonial funciona como un aparato
primordial y dependiente de la distribucin global del mercado capitalista. Como
sostiene Partha Chatterjee, la liberacin nacional y la soberana nacional no slo son
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impotentes contra esta jerarqua capitalista global, sino que adems contribuyen
espontneamente a preservar su organizacin y funcionamiento[55].
Todo el proceso lgico de representacin podra resumirse del modo siguiente: el
pueblo representa a la multitud, la nacin representa al pueblo y el Estado representa a
la nacin[56].
Neo-nacionalismo y neo-colonialidad
La problemtica indgena es mltiple, est ligada al problema colonial, a la
colonialidad y, por lo tanto tambin a la descolonizacin. Ciertamente, por eso mismo,
a la emancipacin y liberacin, as como a la profundizacin de la democracia, al
despliegue y realizacin de la democracia participativa, del ejercicio plural de la
democracia, en tanto democracia directa, democracia representativa y democracia
comunitaria. Pero, la pregunta que debemos hacernos es para quin es un problema el
indio? Quines consideran que es un problema? Esta pregunta, este problema, este
quines, est vinculado a los conquistadores, a los colonialistas, a los espaoles, a los
criollos y mestizos. Es decir, a las clases dominantes. Todos ellos consideran que es un
problema el indio, todos ellos se hacen la pregunta qu hacer con los indios? Esta
pregunta es reiterativa en las castas criollas. Una constante. Esta pregunta puesta a
propsito, pero tambin recogiendo la preocupacin de los gobernantes desde los inicios
mismos de la repblica, saltando la etapa de los caudillos letrados, pasando por los
periodos liberales y republicanos, recogiendo las imgenes dramticas o ilusorias
dejadas por los escritores, ingresando a las polticas y procedimientos nacionalistas de
homogeneizacin. Hasta ah la pregunta, ese es el momento donde se pierde pues se
considera que el indio ha sido incorporado como campesino al Estado boliviano desde
la reforma agraria. Se puede decir que es la pregunta que se hacan las oligarquas
criollas y mestizas, los gobernantes, que eran como sus representantes. El problema
desde la reforma agraria va a ser planteado de otra manera tanto por los nacionalistas
como por los izquierdistas, as tambin, ms tarde, por los neoliberales. El problema va
ser planteado desde la perspectiva desarrollista, pero tambin clientelar, teniendo en
cuenta el caudal masivo de votacin que significaban las poblaciones nativas. El
nacionalismo incorpora al indio en un fallido proyecto desarrollista va farmer,
incipiente y sin recurso; en todo caso, acompaada esta incorporacin, tambin este
proyecto desarrollista, con mucho show publicitario en inauguraciones pomposas de
inauditas instalaciones prricas. Si hacemos una evaluacin de la reforma agraria, del
tamao de los desafos de la reforma agraria y la magnitud exigida por los
requerimientos del desarrollo agrario, veremos que el nacionalismo se inclin por el
teatro poltico y no por la materializacin completa, integral y consecuente de la
reforma agraria. El imaginario de la izquierda va incorporar al campesino en una
proyectada alianza de clases obrero-campesina, en la perspectiva de la revolucin
socialista. Ms tarde, los neoliberales despliegan polticas de descentralizacin
administrativa contando con recursos de la coparticipacin, adems de intentar una
reforma educativa intercultural, en los cdigos del multiculturalismo liberal. Como se
puede ver la pregunta oligrquica y racial prcticamente desaparece en otro contexto de
sometimiento y dominacin, el de la modernidad perifrica del Estado-nacin,
desplegada en sus distintas versiones, la nacionalista, la izquierdista y la neoliberal. Lo
que viene desde el los levantamientos semi-insurreccionales y los movimientos sociales
del 2000 al 2005 es otra cosa, son otras preguntas, que tienen que ver ms bien con qu
hacemos con el Estado? Cmo iniciamos la descolonizacin? Estas preguntas ahora no
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se hacen las oligarquas criollas sino las propias mayoras nativas, prioritariamente
indgenas, en sus distintas formas de manifestacin cultural, articulaciones e identidades
colectivas. Entonces la pregunta qu hacer con los indios? es tambin una pregunta
desactualizada, corresponde a otra poca, anterior a la reforma agraria de 1953. Esta es
una de las razones por las que tratamiento de esta pregunta no logra comprender el
contexto actual, tampoco ubicarse en el presente intenso abierto por los movimientos
sociales. No logra interpretar las problemticas inherentes a los desafos y a las
contradicciones de un proceso en curso. Esta es tambin una de las razones por las que
la ilusin desarrollista cae en la defensa de un nacionalismo trasnochado y sin
perspectivas en la coyuntura y en la transicin, en los dilemas y vicisitudes de un
proceso descolonizador que se plantea como tarea la fundacin de un Estado
plurinacional comunitario y autonmico.
El discurso neo-desarrollista, correspondiente al neo-populismo, a la restauracin
nacionalista y sobre todo a la ilusin desarrollista, pretende relativizar o hacer esfumar
esta problemtica colonial. Su descubrimiento a travs de investigaciones acadmicas
de diferenciales y tpicos distintos del entramado de las identidades en mundos
heterogneos y de heterogneas modernidades le lleva a suponer que el tema indgena
es utpico, romntico, ancestral y esencialista. Como si fuese un invento de
fundamentalistas. Olvida que las estructuras coloniales no desaparecen por gracia de la
filigrana de los detalles, de la elocuencia de las diferencias y las riquezas de las vidas
culturales. Al contrario, es como las estructuras coloniales se restauran al