Chartier Roger – Libros Lecturas Y Lectores en La Edad Moderna

  • Alianza Universidad Roger ChartierLibros, lecturas y lectoresen la Edad ModernaVersin cspafiolade Mauro ArmiioAlianzaEditorial
  • Primera edicin en «Alianza Universidad»: 1993Primera reimpresinen «Alianza Universidad»: 1994INDICEPrlogo………………………………………………………………………………….9I. DEL TEXTO AI. LIBROAUTORES, EDITORES, LECTORESReservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuestoen e1 art. 534+bis delCdigo Penal vigente, podrn ser castigados conpenas de multay privacin de liber-tad quienes reprodujeren oplagiaren, en todo o en parte, unaobra literaria, artsticaocientfica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptivaautorizacin.Caprulo 1.Captulo 2.Captulo 3.De la historia dellibro a la histeria de la lectura,Textos,irnpresos, lecturas .~Qu es un autor? .11. LECTORES.REPRESENTACIONES Y PRACTICAS134158cultura Libre RogerChartier Bd. cast.: AlianzaEditorial, S. A,Madrid, 1993, 1994Calle Juan IgnacioLucade Tena, 15; 28027 Madrid; telf. 7416600ISBN: 84-206-2755-0Depsito legal: M.30.571-1994FotocomposicinEFCA, S. A.Impreso en LaveI. Los Uanos,CfGran Canaria, 12. Humanes (Madrid)Printed in SpainCaptulo 4. Estrategias cditoriales y lecturas populares,1530-1660 93Captulo 5. Las prcticas urbanas del impreso, 1660-1780……….127Captulo 6. Lectores campesinos en el sigla XVlII 177Anexo. Lalectura en la velada. i Realidad o mito? 197
  • 8 Indicem. LECTURAS.GENEROS TEXTUALES Y GENEROS EDITORIALESPROLOGOCaptulo 7. Los ocasionales. La ahorcada milagrosamente salvada..203Captulo 8. Los manuales de civilidad. Distincin ydivulgacin:la civilidad y suslibros………………………………………………………..246Captulo 9. Los secretarias. Modelos y prcticas epistolares284Procedencia de los textos de este volurnen. 315Este volumcn, que rene nuevc ensayos publicados originalmenteenfrancs, ha sido compuesto especialmente para los lectores delen-gua espaiiola y trata de ilustrar tres aspectos que, en miopinin, estnnecesariamente relacionados. En la primera parteintento mostrar laforma en que la historia dellibro, ampliando suobjeto y su definicin,se ha convertido en una disciplina centralpara quien desce comprenderla produccin, la transmisin y larcccpcin de los textos, cualesquieraque sean. En un momento en quela crtica literaria se esfuerza por re-conciliarse con lasperspectivas histricas y en que, como corolario, lahistoria socialdesplaza su atencin de las estructuras a las prcticas, elestudio delos objetos impresos y de aquellos y aquellas que los escri-bierony fabricaron, que los vendieron o IQs compraron, que losdesci-fraron y los manipularon (autores, editores, impresores,libreros, rner-ceros, Iectores, etc.) constituye un recursoesenciaI para pensar demanera nueva la relacin entre los textos,las formas que los ofrecen ala lcctura y los usos o lasinterpretaciones que los dotan de sentido 1I Como cjcmplo de este enfoque, vase el ejemplar csrudio deFrancisco Rico, Laprinceps dei Lazarllo. Ttulo, capitulacin yepgrafes de un texto apcrifo, en Pro-blemas dei Lazarillo, Madrid,Edicioncs Ctedra, 1988, pgs. 113-151. Cf tambin suIntroduccin aLazarillo de Tormes. Edicin de Francisco Rico, Madrid,EdicionesCtedra, 1987, pgs. 13-139.9
  • La segunda parte dellibro propane, a partir dei caso francs, unaloca-lizacin de las cuestiones y de los cnvites mayores de unahistoria de lasprcticas de lectura co las sociedades de AntiguoRgimen. Un proyectosemejante supone asociar distintos enfoques,enfrentados intilmente condemasiada frecuencia: la medida de ladesigual presencia dellibro; el estu-dia de las estrategiaseditoriales; la reconstruccin (a la vez antropolgica yarqueolgica)de los espacios, los objetos y los gestos de la lectura; lacom-prensin de las representaciones (literarias, pictricas,autobiogrficas, ctc.)que ponen co escena lecrores y lectoras. Puntode arranque para compren-der las prcticas del impreso co Franciaentre los siglas XVI y XVII, esc pasosupone una invitacin a unahistoria comparada, la nica capaz de identifi-car evolucionescompartidas y especificidades nacionales 2En la ltima parte de esta recopilacin, construida a partir detres estu-dios de casos, mi propsito ha sido captar las relacionesexistentes entregneros textuales, formas editoriales y prcticas delectura. Los tres corpusescogidos (los ocasionales, los manuales decivilidad, los modelos epistola-res) no han sido elegidos ai azar,sino que constituyen tres gneros mayo-res de la librera antigua,que se dirigen tanto a las personas cultas corno aIpueblo, y quepueden llevar en su seno usos y lecturas muy contrastadas.Aunque elmaterial estudiado sea escncialmente francs, tambin en estepuntoespero que las cuestiones planteadas y las hiptesis formuladastengan una pertinencia que supere ese marco geogrfico} .10 Libras, lccturas y lecrorcs co la Edad Moderna I. DEL TEXTOAI. LIBRO.AUTORES, EDITORES, LECTORES2 Como puntos de referencia mayores para la histeria de lalectura en Espana pue-dcn citarse Mxime Chevalier, Leetura yleetores en la Espana de los Siglos XV] y XVII,Madrid, EdicionesTurner, 1976; J. Cerd, Libras y lecturas en la Lorca de! sigloXVJl,Murcia, 1986; Philippe Berger, Libros y lecturas en laValencia dei Renacimiento, Va-lencia, Ediciones Alfons el Magnnim,Instituci Valenciana d’Estudis i investigaci,1987, y Jess A.Martinez Martn, Lectures y lectores en el Madrid dei Siglo XIX,Ma-drid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 1991. Cf.tarnbin eI nmeroconsagrado a la histeria dellibro y de la lecturapor la Revista de Histeria Moderna.Anales de la Unioersidad deAlieante, n» 4, 1984.’\ Sobre las relaciones entre gneros tcxtuales y gneroseditoriales, cf. los estdiosreunidos en El libra antiguo espasoi,Actas dei primer Coloquio internacional (Ma-drid, 18 a 20 dediciembre de 1986), aI cuidado de Mara Luisa Lpez-Vidriero yPedraM. Ctedra, Salamanca, Ediciones de la Universidad deSalamanca, Biblioteca Nacio-nal de Madrid y Sociedad Espaola deHistoria del Libra, 1988; y los estudios de Vc-tor Infantes, Lospliegos sueltos poticos: constitucin tipogrfica y comenidcliterario(1482-1600), en Ellibra antiguo espanol, op. cu., pgs.237-248; La prosa de ficcinrenacentista: entre los gnerosIiterarios y el gnero editorial,Journal ofHispanic Pbi-lology, XII,1989, pgs. 115-124, y La narrativa caballeresca breve, en Evolunna-rrativa e ideolgica de la literatura caballeresca, AI cuidado deEugenia Lacarra, Bil-bao, Universidad dcl Pas Vasco, 1991, pgs.165-181.
  • Captulo 1DE LA HI5TORIA DEL LIBROA LA HI5TORIA DE LA LECTURA~ Pueden reconocerse en la evolucin de los estudios que sobreellibra se han hecho en Francia desde hace cuarenta anos algunosras-gos especficos, algunas trayectorias originales losuficientementebien marcadas como para constituir lasespecificidades francesas de lahistoria dellibro 1 ?1 Este artculo reproduce el texto de una conferencia pronunciadaen 1987 en laAmerican Antiquarian Sociery bajo el ttulo Frenchnessin the History of the Book:from the History of Publishing to theHistory of the book.Para obtener uo estado de la cuestin ms amplio deber consulrarseRobertDarnton, Reading, Writing and Publishing in EightecnthCentury Franee. A CaseStudy in the Sociology of Literature,D’edalus, Winter 1971, pgs. 214-256 (tambinin Robert Darnton, TheLiterary Underground Dfthe Old Regime, Carnbridge y Lon-dres,Harvard Universiry Press, 1982, pgs. 167-208); Roger Chartier yDaniel Roche,Le livre, un changement de perspective, Pairedel’bistoire, bajo la direccin de [ac-ques Le Goff y Pierre Nora,Pars, Gallimard, 1974, tomo III, pgs. 115-136. Ray-mond Birn, Livreet socit after Ten Years: Formation of a Discipline, StudiesonVoltaire and tbe Eighteenth-Century, CLI-CLV, 1976, pgs. 287-312;Roger Chartiery Daniel Roche, L’histoire quantitative du livre,Revue Franaise d’Histoire duLivre, 16,1977, pgs.3-27; WallaceKirsop,
  • 14 Libras, lecturas y lectorcs en la Edad Moderna De la historiadel Iibro a la historia de la lectura 15Mi p.ropsito querra reflexionar sobre dos series departiculari-dades, vinculadas la una a la otra: de un lado, lasparticularidades dela historia dellibro como disciplina, tal comose formo, desarroll ydesplaz en Francia desde eI libra fundador deLucien Febvre yHenri-jean Martin, publicado en 1958 2 ; de otro,las particularidadesde la edicin francesa misma, captada en sustendencias de larga dura-cin y caracterizada en sus rupturas mssignificativas. Para hacerlo,me aporar no slo en lasinvestigaciones que yo mismo he podidohacer, smo sobre todo en unaexperiencia que fue una aventura, la dela co-direccin conHenri-jcan Martin de una Histoire de I’ditionFranaise [Historia dela Edicin Francesa] cuyos cuarro volmenes,que abarcan desde la pocade! manuscrito hasta mediados del siglaxx, aparecieron en 1982,1984, 1985 Y 1986 l. La empresa nos cnsefimuc~o sobre la forma de considerar ellibro, su produccin y suco-mercro, sus formas y sus usos. Es este saber, construidocolectiva-mente por cuantos colaboraron en esos volmenes, lo que yodesea-ra compartir con ustedes.Hace veinte o veinticinco anos era ms fcil sin duda definirloque era la especificidad francesa en la historia de!libro.Marcando sudiferencia respecto a la histeria de la imprenta (queera clsicarnentela historia de una invencin y de su difusin, lahistoria de una tc-nica y de sus evoluciones, la historia de loslibros ms famosos o losms raros) la disciplina, todava joven yconquistadora, se aplicabacon entusiasmo a la constitucin de serieslargas de la produccin im-presa, para un lugar y un siglo. Tomandoprestados de la historiaeconmica sus conceptos y sus herramientas,la historia dellibro tra-taba de esbozar con rigor la coyuntura delo impreso, en sus movi-mientos largos y sus ciclos cortas, en susperodos de crecimiento yquelques travaux rcents, Annales E.S. c., 1981, pgs. 191-209;Robert Darnton,What is thc History of Books? Dcedalus, Summcr 1982,pgs. 65-83; Rogcr Chartiery Daniel Rache, Livres et presse:vehiculc des ides, Septieme Congres Internationaldes Lumieres:rapports prliminaires / Seoerub International Congress on theEnligh-tenmeru: Introductory Papers, Oxford, The VoltaireFoundation, 1987, pgs. 93-106.2 Lucien Febvre y Hcnri-jean Martin, L ‘Appf!rition du Livre,ditions Albin Mi-chel, ~tvolution de I’Humanit, 1958 y 1971 [trad.espano la: La aparicin dellibro,Madrid, U. T. E. H. A., 1959;Mxico, 1962]..> !-!istoire ,de l’ditio~ Franaise, ~ajo la direccin deHenri-Jean Martin y RogerChartl.er. Paris, Promodis, t. I, Le livreconqurant. Du Moyen Age au milicu duXVII» sicle, 1982; t. lI, Lelivre triomphanr, 1660-1830, 1984; t. IH, Le temps desditeurs. DuRomantisme la Belle poque, 1985; t. IV, Le livre concurrenc,1900-1950..,1986. (reedicin, Paris, Fayard/Cerc1e de la Librairie,1989-1991).sus tiempos de recesin. Haciendo la estadstica de los ttulos,bien apartir de las obras hoy conservadas, bien a partir de losregistros deprivilegios y de permisos de la Direction de laLibrairie, bien, ms re-cientemente, y para el siglo XIX, a partirde los datos publicados en laBibliographie de la France, Iahistoria de la produccin impresa asllevada se adecuabaperfectarnente a las exigencias de la historia cuan-titativaentonces dominante. Igual que para los precios o los trficos,igualque para los nacimientos o las muertes, se trataba deelaborarlargas series de datos homogneos, repetidos ycomparables.No fueron escasos los resultados. De un lado, se pudoestablecerla escasez duradera de! nmero de ttulos impresos en e!reino deFrancia: entre 500 y 1.000 para los siglas XVI y XVII, slo2.000 ai finaldeI Antiguo Rgimen; el crecimiento slo vendra mstarde, con7.000 ttulos en 1830 y 15.000 en 1890 4 De otro lado, asse de seu-brieron las mutaciones fundamentales que transformaronesa produc-cin impresa en el Antiguo Rgimen. Dos curvas dan suclave: la deilibro de religin, que constituye una tercera parte delos ttulos pu-blicados en la primera mitad de! sigla XVII, la mitaden los anos 1680,una tercera parte de nuevo hacia 1730, pero slouna cuarta parte en1750 y una dcima parte en 1780; la de todas lasobras que puedenclasificarse bajo la rbrica de ciencias y artes,cuyo crecimiento enel siglo XVIII est en razn inversa del retrocesode la teologa y de ladevocin, que se dobla entre mediados de siglay la Revolucin. Te»niendo en cuenta la parte estacionaria ocupadadurante dos siglos porlas dems categoras (e! derecho, la historia,la literatura), e! descubri-miento esencial de la historia serial.del libra ha sido por tanto escgran movimiento de cambio quedesacraliza, de forma tarda pera ra-dical, la produccin impresa,dominada por el libro religioso en elmomento de la crecida de lareforma catlica, y que paulatinamenteva dando mayor espacio a todoslos libras en que se inventan relacio-nes nuevas entre eI hombre,la naturaleza y el mundo social 54 Henri-jean Martin, conomie, politique et dition, Le Livre[ranas. Hier, au-jourd’hui, demain, Balance hecho bajo la direccinde Julien Cain, Robert Escarpit yHenri-Jean Martin, Pars,Imprimerie Nationale 1972, pgs. 53-63; Prdcric Barbier,TbePublishing Industry and Prinred Output in Nineteenth-CenturyFrance, Booksand Society in History, Papers of tbe Association ofCollege and Research LibroiresRare Books and ManuscriptsPreconjerence, edited by Kenneth E. Carpenter, NuevaYork y Londres,R. R. Bowker Company, 1983, pgs. 199-230.5 Henri-jean Martin, Livre, pouooirs et socit Paris au XVIII»siecle (1598-1701),Ginebra, Droz, 1969; Franois Furet, «La’librairie’ du royaume de France au xur si-
  • 16 Libras, lecturas y lectores en la Edad Moderna De la historiadel libro a la historia de la Iectura 17La especificidad francesa en la historia de! libro ha podidodiag-nosticarse por otro sntoma: la primada otorgada ai estudiosocial.Tambin en ese punto la historia dei impreso no ha hecho sinorefle-jar una tendencia mayor de la historiografa francesa a partirde losanos 60. La historia social se haba vuelto, de hecho, e!factor domi-nante; trataba estadsticamente los daros proporcionadospor los ar-chivos fiscales y notariales para reconstruir (por regiageneral a escalade una ciudad o de una regin) la jerarqua de lasfortunas, la cornpo-sicin de los patrimonios, las diferenciacionessocio-profesionales. Lahistoria francesa dcl libro ha sidodoblemente tributaria de este privi-legio concedido a la divisinsocial. Por un lado, ha propuesto unahisteria social de los quefabricaban los libros: mercaderes-libreros,maestros irnpresores,obreros tipgrafos y prensistas, fundidores decaracteres,encuadernadores. Para diversas pocas, dei sigla XVI aiXVl11, elmundo de las gentes dellibro fue captado como un gruposo-cio-profesional dei que haba que conocer las fortunas, lasalianzas, lamovilidad (o inmovilidad) tanto geogrfica como social,las discre-pancias mltiples (entre amos y obreros, entreparisienses y provin-cianos, entre herederos y advenedizos,etc.).Por otro lado, la historia de!libro a la fran~esa se ha queridohis-toria de! desigual reparto de! impreso en la sociedad. ParaelIo, erapreciso poder reconstruir las bibliotecas posedas oconstituidas porlos diferentes grupos sociales y profesionales. Deah, ante todo, laeleccin de cierto nmero de documentos: losinventrios de libroscontenidos en los inventaries de bienespost-mortem, manuscritos ynotariales, los catlogos impresos de lasventas pblicas de bibliotecassubastadas, o, ms raramente, al azarde algunos haIlazgos de archi-vos, los libros de cuentas de loslibreros que registraban en elIos to-das las ventas que hacan acrdito. De ah, tambin, la construccinde toda una serie deindicadores culturales nuevos, que permitieranhaIlar diferenciassociales: la presencialo no de libros en las herencias,lasdimensiones, muy contrastadas, de las colecciones posedas, laparterespectiva que ocupaban las grandes categorias bibliogrficas encadauno de los medios. De este modo, la desigual posesin del libroy loscontrastes entre las bibliotecas de los distintos grupossocialcspudieron considerarse como claros indicios de lasoposiciones quefragmentan una sociedad, distinguiendo entre losfamiliares dellibroele, Livre et scct dans la France du XVIII’ sicle, Paris-LaHayc, Mouton, 1965,pgs.3-32.y aquellos que permanecen ajenos a la cultura del irnpreso,revelandoseparaciones en el seno mismo de las elites letradas:entre clrigos ylaicos, nobles y burgueses, gentilhombres y gentesde oficios, hom-bres de talento y hombres de negocio.Econmica y social, apoyada en la cifra y en la serie, lahistoriafrancesa de!libro ha desarrolIado de este modo un enfoqueoriginal,centrado co la coyuntura de la produccin impresa, cn sudesigualdistribucin en el seno de la sociedad, y en los mediasprofesionalesde la imprenta y de la librera. Investigacionescolectivas, tesis dedoctorado, cstudios monogrficos han cumplidopoco a poco escprograma, tanto para Pars como para las ciudadcs deprovincias. Sinembargo, han surgido dudas que han venido a crearfisuras en las cer-tezas que la fundamentaban. La primera, prontointroducida por loshistoriadores americanos dellibro francs, havuelto sospechosos losdiagnsticos ofrecidos sobre la produccin y lacirculacin dellibroen el reino a partir dei solo peso de laproduccin autorizada, talcomo la ofrecen los registros de permisosy privilegies, los catlogosde ventas de bibliotecas o losinventaries de los notarios. En efecto,desde el siglo XVI, editoresextranjeros, instalados en el permetro delas fronteras, pero tambincn otras partes, alimentan el mercadofrancs publicando numerososttulos prohibidos que se importabande forma clandestina. En lasegunda mitad de! siglo XVl11 es posible.que un libro francs decada dos, o incluso ms, haya sido editado ,Ifuera de! reino.Esta edicin francesa fuera de Francia tuvo efectos decisivos.Mo-difico profundamente las condiciones mismas de la actividadeditoranacional, proporcionando un refugio a los impresoresfranceses obli-gados ai exilio, la mayora de las veces debido a sufe reformada, ha-ciendo fuerte competencia a las empresas de loslibreros parisienses,forzando a entrar en ambiciosas (y a vecesdudosas) alianzas a ciertoslibreros o impresores provinciales,molestos por el monopolio pari-siense. Tambin permiti lapublicacin, a gran escala, de los textosque las censuras dei reino(monrquico, eclesistico, parlamentario)pretendan ahogar porque eranportadores de pensamientos hetero-doxos o porque atacaban losfundamentos mismos de la socicdadcristiana y absolutista. Durantedemasiado tiempo la historia francesade! libro ha descuidado esaproduccin hecha fuera de! reino, olvi-dando su considerable peso.Peso cuantirativo ante todo: puede esti-marse que en los anos 60del siglo XVIlI el nmero de ttulos censadosen los registros de laAdministration de la Librairie representa slo el
  • 18 Libras, [ecturas y lectores en la Edad Moderna De la histeriadellibro a la histeria de la lectura 1940% de la praduccin de! libro francs, frente al 60% delibrasprohibidos, publicados sin autorizacin, y de los librascontrahechos,impresos haja falsas direcciones sin pcrmiso deimpresin 6. Peso in-telectual, en segundo lugar: se trata de unosttulos, distribudos bajocuerda y vidamente buscados, que contienenla innovacin y la cr-tica, que modifican la rclacin eDO lasautoridades tradicionales, quevacan de su contenido los smbolosantiguos, que zapan los funda-mentos mismos de los poderesestablecidos. Era preciso tenerlos CTIcuenta para llcvar a cabo eIprograma propuesto por Lucien Febvreen e! prefacio a L’Apparitiondu livre [La aparicin dei libra}, a saber,estudiar la accincultural y la influencia deI libra durante los tres-cientosprimeros anos de su existencia. Pera era tambin hacer mellaen laespecificidad francesa de la historia del libro, unaespecificidadidentificada con el tratamiento en seric de losarchivos adrninistrati-vos y notariales del reino.Hasta tal punto que la duda poda alcanzar a] mtodo mismo.Contarlos libras para trazar la curva de su produccin o repartiriasentrediferentes categorias bibliogrficas no carece de ensefianzas,Pera(basta el gesto para construir la historia del libra en tantoquehistoria cultural? U n primer acercamiento, que confiaba en lospa-rentescos ciertos de la cifra y de la serie y por elloconsiderado espe-cificamente francs, ha sufrido sin duda objecionesque se han alzadocontra las pretensiones abusivas de la histeriacuantitativa de los ob-jetos culturales, que tambin puededesignarse, empleando una ex-presin famosa de Pierre Chaunu, comouna historie serial del ter-cer nivel 7. Con toda legitirnidad, lacrtica ha denunciado los’peligros de sernejante proyecto reductorporque supone, o bien quelos hechos culturales e intelectuales soninmediatamente comprensi-bles en los objetos aptos para sercontados (en el presente caso libraspuestos en series), o bien quedeben ser aprehendidos en sus caracte-res ms externos y menossingulares (aqu, por ejemplo, para los li-bras de una serie dada,su pertenencia a una categora bibliogrficageneral) 8. Estas cuentasy puntos de relerencia, esenciales para esbo-Henri-Jean Martin, Une croissance sculaire Histoire de I’ditionFranaise,op.cit., pgs. 94-103.7 Pierre Chaunu, Un nouveau chemp pour l’histoirc srielle: [equantitanf au rroi-sime niveau, Mlanges en l’honneur de FemandBraudel, Toulouse, Privar, 1973, t.lI. pgs. 105-125.8 Carlo Ginzburg, Il formaggio e i uermi. Il cosmo di un mugnaiodeI ‘500, Turn,Giulio Einaudi editore, 1976, pgs. XIX-XXII, [rrad.espaola, EI queso y los gusanos,zar los grandes equilibrios de una produccin o de una coleccin,nopodran mostrar, por si rnismos, las formas en que se comprendanyutilizaban los textos. Para captarias se precisan otras preguntas,otrosenfoques, extrafios durante mucho tiempo a la historiafrancesa, mspreocupada por enumerar ttulos o escrutar su desigualpresencia enlas bibliotecas que por delimitar las modalidades y losefectos de sulectura.Una tercera razn ha hecho vacilar la especificidad francesa enlahisteria dellibro: la toma de conciencia por los historiadoresfrance-ses dei libra de que la historia econmica y social de loimpreso a laque se haban dedicado haba permanecido ampliamcnteindiferente alos objetos mismos que ella pona en series y cuyosproductores ydistribuciones csrudiaba. Gracias a las lcccioncs dela analytical bi-bliography inglesa y americana, tardamenteeomprendidas, esa indi-ferencia ha parecido doblemente culpable. Enprimer lugar, impedaconocer de forma precisa el proceso defabricacin del libro, las coae-ciones que rcgulaban la organizacindel taller, los gestos mismos delos obreros impresores, cajistas yprensistas. AI no prestar la sufi-ciente atencin a las formas de loimpreso, que son como las huellas,en los objetos, de suscondiciones de produccin, la histeria social deIlibra careca de loque, sin embargo, habra debido figurar entre susintereses mayores,a saber: la comprensin de las prcticas de trabajoy de los hbitosobreras.Adems, el desinters por el objeto impreso gravaba pesada-menteel proyecto que intentaba reconocer las lccturas de una so-ciedad ode un grupo. En efecto, implcitamente postulaba que lasformas atravs de las cuales es aprehendido un libra carecen de im-portanciapara su significacin. Por ello, la historia dei libra, in-clusoserial, incluso cuanrirativa, segua siendo muy dependiente dela msantigua de las historias literarias que trata el texto comounaabstraccin, como existente fuera de los objetos escritos que lodana [eer, y que, a modo de corolrio, considera la lccrura comootraabstracciri, como un proceso universal sin variacioneshistricaspertinentes. Pera los textos no se han depositado en loslibras, es-critos a mano o impresos por la prensa, como en simplesreceptcu-Barcelona, 1986]; Robert Darnton, The Great Cat Massacre andOther Episodes inFrencb Culrural History Nucva’r’ork, Basic Books,1984 pgs. 257-263, [tr. espaiola,La gran matanza de gatos y otrosepisodios en Ia histeria de la cultura francesa, M-xico, Fondo deCultura Econmica, 1987].
  • 20 Libros, lecturas y lecrores en la Edad Moderna De la histeriadellibro a la histori de la lectura 21los. Los lectores slo los encuentran inscritos en un objetocuyosdispositivos y organizaciones guan y constrifien la operacindeproduccin deI sentido.Durante demasiado tiempo, los historiadores franceses hanconsi-derado el estudio material dei libra como una erudicindescriptiva,respetable desde luego, buena para los bibligrafos,pero sin gran uti-lidad para una socioIoga cultural retrospectiva.La ceguera resultabamolesta, por ignorar que la disposicin de lapgina impresa, las mo-dalidades de la rclacin entre el texto y loque no lo es (glosas, notas,ilustraciones, ndices, cuadros, etc.),o tambin la ordenacin rnismadellibro, con sus divisiones y susserias, eran otros tantos datos esen-ciales para restituir lassignificaciones de que un texto pudo estar in-vestido 9. AIdescuidar los dispositivos y las variaciones propiamentetipogrficas(en sentido amplio dei trmino) que reciben y orientanaI mismotiempo la lectura, la historia francesa dei libro seprohibaresponder plenamente a una de las cuestiones fundamentalesquecrea plantear, a saber: en qu y cmo la circulacin de textosimpre-sos cada vez ms numerosos modific los pensamientos y las.sensibi-lidades.En el momento de emprender con Henri-Jean Martin, hace ahoraunadocena de afias, la construccin de nuestra Histoire deI’ditionfranaise, sa era la situacin de la historia dellibro enFrancia. De unlado, una experiencia considerable, acumulada graciasa trabajos mo-nogrficos de calidad, que permitia afrontar una slidasintesis sobrela coyuntura de lo impreso, los oficios deilibro ylas bibliotecas pri-vadas. De otro, unas dudas, aguijoneadas porlas investigaciones lle-vadas a cabo fuera de Francia (confrecuencia, adems, sobre ellibrofrancs de Antiguo Rgimen) queastillaban las certidumbres meto-dolgicas demasiado bien aneladas,subrayaban las lagunas dei saberconstituido, llamaban a mirar loslibras, y no slo a contarlos o a ela-sificarlos, y, finalmente,planteaban la exigencia de una histeria de la,o, mejor, de laslecturas como prolongacin obligada de la histeriadel libro. Laespecificidad francesa en la historia dei libro perda ah,sin duda,su soberbia, porque las tareas a llevar a cabo resultaban,adems,externas o crticas en relacin a las tendencias que domina-ban todala historiografa francesa (y no slo la histeria del Iibro), y9 D. F. Mac Kenzie, Thc Book as an Expressive Porm, Bihliographyand the So-ciology of Texu. Thc Panizzi Lecturcs 1985, Londres, TheBritish Library, 1986, pgs.1-21.porque es cmodo, aunque no siempre exacto, identificarla con laes-cuela de Annales. Pero, al mismo tiempo, eI ambicioso programaes-bozado por L ‘Apparition du livre, que haca considerar el libroim-preso ai mismo tiempo como mcrcanca, como objeto producidoporuna tcnica especfica y dotado de formas propias, y como unmodode comunicacin cultural indito, poda salir ganando si securnplfade forma ms completa.As pues, sobre esa experiencia y esas dudas se ha edificadounanueva manera de considerar la histria dellibro, articulada entornoa varias ideas fundamentales que quisiera presentar ahora.Paradji-camente, la primera rompe con cllibro fundador de Febvre yMar-rin. Su ttulo, L ‘Apparition du livre, y ciertas afirmacionesde suprlogo (por ejemplo: El libro, ese recin llegado aI seno delas so-ciedades or-icntales; eI Libt-o, que ha comenzado su carreraa me-diados deI siglo xv …) asociaban fuertemente invencin de laim-prenta y nacimiento deI libro. Conocemos la forma en que,luego,se ha podido volver a formular esa idea, considerando a laimprentacomo una autntica comrnunication revolution o mediarevolu-tion, y viendola como a cultural demarcation point queinauguraa new cultural era la. Contra esta idea, la Histoire del’ditionFranaise (y otros trabajos publicados despus) lucha paraque sereconozcan las fuertes continuidades que unen la edad deimanus-crito y el tiempo dcl impreso. En efecto, en el manuscrito,aI menosdurante los ltimos siglos de su existencia en solitario, seencuen-tran numerosos rasgos, considerados caractersticos de1libroim-preso. Las profundas transformaciones ocurridas en las formas,or-ganizaciones y usos del objeto-libro no podran remitirse, todolocontrario, a la sola mutacin de su tcnica de fabricacin.Com-prenderIas exige una perspectiva de duracin ms larga, que sitae1corte de mediados del siglo Xv, importante, desde luego, enrelacina otras: por ejempjo, la substitucin dei codex por elvoiumen, deilibro en cuadernillos por ellibro en rolIo en losprimeros siglos dela era cristiana, o el abandono dei papiro enprovecho del perga-mino y luego dei papel, de uso comn en Francia apartir de media-dos del siglo XIII, o tambin los progresivosavances de la lectura enI’J Elizabcth L. Eisenstein, The Printing Pressas an AgentDfChange. Communica-tions and Cultural Transformations in EarLyModem Eiaop, Cambridge, CambridgeUniversiry Presa, 1979, pgs., 39,26, 33; Y The Printing RevoLution in Early ModernEurope, Cambridge.Cambridge Univcrsity Press, 1983
  • 22 Libras, lecturas y lectores en la Edad Moderna De la historiadellibro a la historia de la lectura 23silencio por media de los ajas a expensas de la prcticatradicionalde la oralizacin obligada.Vuelto a situar en cllargo plazo de la historia dei libra (quenofue inventado por Gutenberg), el paso de la scrib.d cuiture alaprint culture pierde su caracter revolucionaria. AI contrario,seencuentra subrayada la forma en que el libra impreso esherederodeI manuscrito. La herencia concierne, en primer lugar, alas formasmismas dei objeto. Por otro lado, todos los sistemas dereferenciaque se han intentado asociar con Ia invencin de Gutenbergsonmuy anteriores a l: as, las marcas que, como las signaturas olos re-clamos a pie de pgina, deban permitir reunir loscuadernillos sindesorden; aS, las refercncias que deben ayudar a lalectura, porejernplo, numerando sus cuadernillos, las columnas ylas lneas, ha-ciendo visibles las articulaeiones de la pgina(mediante el empleo deiniciales adornadas, rbricas y letrasmarginales), instituyendo unarelacin analtica, y no slo espacial,entre el texto y sus glosas, mar-cando tipogrficamente ladiferencia entre e! texto comentado y suscomentarios. Formado porcuadernillos que pueden ser hojeados,organizando un claro desglosedel texto que contiene, el codex puedeser fcilmente indizado, cosaque no ocurra con eI volumen, difcil-mente consultable y en el quesigue siendo difcil la localizacin deun texto. Las concordancias,los cu adros alfabticos, los ndices sis-temticos se generaIizan,por tanto, en la poca del manuscrito, y esen los scriptoriamonsticos y universitrios donde se inventan esasorganizacionesracionales deI material escrito, pronto utilizadas porlosimpresores li,Por otro lado, es en los ltimos siglas deI libro copiado amanocuando aparece una jerarquia duradera de los formatos quediferenciaeI gran folia, que debe ser colocado para ser ledo y quees libro deunivcrsidad y de estudio; e! libro humanista, msmanejable en suformato quarto, que da a leer los textos clsicos ylas novedades lite-rarias; y, finalmente, ellibellus, ellibroportable, de bolsillo o de ca-becera, de empleos rnltiples,religiosos o seculares, para los lectores11 M. T. Clanchy, From Memory to Writen Record. England1066-1307, Londres,Edward Arnold, 1979: James Douglas Farquhar, ThcManuscript as a Book, Pen toPress: Illustrated Manuscripts andPrinted Books in tbe First Century of Printing bySandra Hindman yJames Douglas Farquhar, University of Maryland y The johnsHopkinsUniversity 1977, pgs. 11-99; Jean Vzin, La fabrication du manuscrityMary A. Rouse and Richard H. Rouse, La naissance des index,Hstoire de l’ditionFrancaise, op. cit., 1. I, pgs. 24-47 Ypgs.76-85.ms numerosos y menos encopetados 12, EI libro impreso serhere-dero directo de esa particin, asociando de modo estricto e!formatodellibro, el gnero del texto, el momento y el modo de lalectura. V-asc, corno prucba, esta anotacin de Lord ChesterfieId,citada porRoger Stoddard: Solid folias are rhe people of businesswith whomI converse in the morning. Quartos are the easier mixcdcompanywith whim I sit after dinner; and I pass my evenings in rhclight, andoftcn frivolous chit-chat of small octavos and duodecimos13,Por tanto la imprenta no altera las modalidades de la rclacincon({1/lo escrito. Permite, desde luego, una circulacin de lostextos a escalaindita, a la vez porque rebaja drsticamente el costede fabricacindellibro, repartido desde ahora entre los quinientos omil ejemplaresde una misma tirada y no soportado ya por una copianica, y por-que abrevia la duracin de su produccin, que siguesiendo muylarga cn la poca dei libra copiado a mano, incluso despusde la pe-cia, es decir, la copia de cuadernillos separados 14. Deeste modo,cada lcctor puede tener acceso a un nmero mayor de librosy cadalibro alcanzar un mayor nmero de lectores. Adems, laimprent~autoriza la reproduccin idntica (o casi idntica) de los~e~tos en ~ngran nmero de ejernplares, lo cual transforma lascondiciones rrns-mas de su transmisin y recepcin, Sin embargo, enmi opinin noconstituye una ruptura comparable a la que condujo alos hombresde Occidente, en los siglos II y 1II de nucstra era, avolver a aprendertotalmente e! uso de! libro, cambiado en su forma,en su organiza-cin y en sus posibles usos. Vinculando hastanosotros (pero ~porcunto tiernpo todava?) la comunicacin de lostextos y la circula-cin de un objeto especfico, ellibro encuadernillos (o sus deriva-dos: el libelo, el peridico, el diario),esa primera revolucin, la dei12 Armando Petrucci, Alle origine dellibra moderno: libri dabanco.Hbri da bisac-cia,libretti da mano, Italia medioevale eurnarustica, Xll, 1969, pgs. 295-313 (e in Li-br, scrittura epubblico nel Rinascimento. Guida storica e critica, a cura diArmandoPetrucci, Roma-Bari, Laterza, 1979) e Il libro manoscritto,Letteratura italiana, 2,Produzionc e consumo, Turin, Giulio EinaudiEditore, 1983, pgs. 499-524 [tr. espa-fiola, Armando Petrucci(comp.), Libros, editores y pblico en la Europa moderna, Va-lencia,1990].13 Roger E. Stoddard, Morphology and the Book from ao AmericanPcrspective,Printing History, 17,1978, pgs. 2-12.14 Carla Bozzolo y Ezio Ornato, Pour une histoire du livremanuscrit au MoyenAge. Trois essais de codicologic quantitative,Paris, ditions du Centre National de laRecherche Scientifique,1980, y La production du livre univcrsitairc au Moyen Age.Exemplaret pecia, Paris, ditions du C.N.R.S, 1988.
  • 24 Libras, lecruras y lectores en la Edad Moderna De la histeriadellibro a la histeria de la lcctura 25codcx, modela un modo de relacin con lo escrito, una rccnologain-telectual,. un rcpertorio de actitudes y de prcticas que lasinnovacio-nes ulteriores en las mancras de reproducir los libras nomodificanfundamentalmente.Una razn distinta, y poderosa, lleva a inscribir la cultura deloimpreso como continuidad de la cultura deI manuscrito. Enefccto,cs antes de Gutenberg cuando aparece en Occidentc una formade -Iecr, visual y silenciosa, que rompe con la Icctura oralizadasubvoca-lizada, obligada durante mucho tiempo para la mayora de’los lecto-res. Paul Saenger ha propucsto una cronologa de losavances de esanueva competencia: aparecida en los medias cristianosde la Anti-g,edad tarda, habra ganado los scriptoria monsticos,britnicospr~me:o y l,uego continentales, entre los siglos VII y XI;luego se ha-bna difundido durante e] siglo XIII por el mundouniversitrio y es-colstico antes de conquistar, siglo y medio mstarde, a los arist-cratas laicos IS,La tesis puede ser discutida: ~no es ms frecucnre la lecturasilen-ciosa cn la Antigedad griega y romana de lo que Paul Sacngersu-pon~ 16 ? Podemos prolongarla: por ejernplo, aI constatar lapersis-tencia de la oralizacin obligada entre los lcctores mspopulares ymenos letra?os hasta cl sigla XIX, incluso hasta el xx.En cualquiercaso, hace hmcapi en una cesura decisiva, En efecto lalectura silen-ciosa instaura un comercio con el escrito que puedeser ms librems secreto, completamente interior, Permite una lccturams r-pida, nada desviada por las complejidades de la organizacindel li-bra y las relaciones establecidas entre cl discurso y lasglosas, las ci-tas y los comentarias, los textos y los ndices.Autoriza adernsempleos diferenciados del mismo libra, lcido en vozalta, para losotro~ o c,oo otros, cuan~o la sociabilidad o el ritual lo exige,y ledoen silencio, para uno rrusmo, en cl retiro de] gabinete, dela biblio-teca o dei oratorio. As, por cjernpjo, clIibra de horasdonde se ha-Ilan diferenciadas tipogrficamente las panes destinadasal uso eclc-sial, cs decir, a la declamacin comunitaria, y aquellasotras quedcbcn nutrir una devocin personal, apoyada en una ecturahecha. 15 Paul Sacnger,
  • 26 Libras, lecturas y lectores en la Edad Moderna De la historiadellibro a la historie de la lectura 27p~ra una duracin ms larga, co muchos objetos la escrituramanus-cn~a y ~os caracteres tipogrficos se encuentran mezclados,sca que elobjeto lmpreso haya previsto la inscripcin de unaescritura distinta(a~,. por ejemp]o, los almanaques que insertanhojas blancas entre 5USpaginas de textos y de este modo seconvierten, co parte en libras de~18′ ‘razon ), sea que laescritura personalllegue a depositarse sobre elli-bro CO~O paraapropirselo, ocupando los espacios vacos que ofre-eco el mte~lOr ?clas tapas de la encuadernacin, las pginas de ttu-l?s, l~s hojas smtexto o los mrgenes!». Por tanto, comprender ellibro l~pre:o no essituarlo .en u? aislamiento esplndido, sino, por elcontrario,s1t~arlo.en una hlstona global de los objetos escritos, cap-tadosen su histeria larga o, para una poca dada, en su grandivcrsi-dadoUna segunda consratacin ha sostenido la divisin misma delaHistoire de I’dition Franaise: aquella que designa como unanti-guo ~gimen tipogrfico los tres siglos y medio que separan laintro-duccin de la prensa de imprimir en e! reino (en 1470, con eltaller dela Sorbona) y los afias 1830. Dos rasgos puedencaracterizar la estabi-hdad d: larga duracin de ese perodo. Por unlado, e! proceso de fa-bricacin del Iibro apenas se hatransformado. En sus estructuras, sino.. cn su tamaiio, el tallertipogrfico sigue siendo lo que era en losong~nes, porque deberesolver los mismos problemas: el aprovisio-narruento de papel(cuyo casto sigue constituyendo el gasto ms im-portante provocadopor la irnpresin de un libro), la contrata de los?breros.~ecesarios, el aj.uste dei trabajo de los cajistas y prensistas.Lamnovacion, cuando existe, no transforma fundamentalmente nilastcnicas ni los gestos. Concierne sobre todo a la organizacin delacomposic5n mediante la sustitucin, a finalcs del siglo XVI, delaproduccl~n co~currente (donde cajistas y prensistas trabajan,sindepe.ndencla obhgada, en varias obras a la vez) por laproduccinc~ntmua (en la que un equipo de cajistas y prensistas,unidos exclu-srvamente ~n.~s a otros,. nicamente se ocupaba de unasola tarea)20 ycon la apancron en el siglo XVIII de la composicinpor grupos, que18 B. Capp, English Almanaes 1500-1800. Ast;ology and PopularPress Irhaca Cor-nell Universie Prcss, 1979 pg. 30. ‘ ,. 19 Carhy N. Davidson, Revolution and tbe World. Tbe Rise ofthe Novel in Ame-rtea~oNueva.York!O~ford, Oxf~rd Universiry Press,1986, pgs. 75-79.Jca~-Fr~n?ls Gilmont, Printers by the Rules, Tbe Library, SixthSeries, Volu-men 11,n 2, JUntO de 1980, pgs. 129-155.rene eI trabajo de un jefe de equipo, responsable ~e! ajuste yde lacorreccin de los textos, y el de un eqUIpo de :Ipografos ~uesol~mente le proporciona las pginas brutas 21, Concierne tambin a!nu-mero de las prensas, multiplicado en los grandes talleres (en clano 11,e! de Panckoucke contaba con 27 prensas) 22.Por otro lado entre mediados deI sigla xv y comienzos de! XIX,laactividad tipogrfica permanece som,etida aI capital comercial.Losmercaderes libreros son los amos del juego: buscan y a me~~do.con-siguen la proteccin de las autorida.des que les otor~anprivilegios ypatrocinio; dominan a los maestros lmpresores, aqUIen~s encargan laimpresin de sus ediciones; controlan eI :nercadodeI h~ro desarro-Bando la Iibrera de surtido que les permIte venderno solo .sus pro-pias producciones, sino tambin, Ias. de suscolegas; ~btemdas me-diante el comercio de intercarnbio; lmponen,por ltimo, su ley a]autor, remunerado durante mucho tiempo ms conejemplares quecon numeraria y que incluso puedc desaparecer deItodo cuando setrata de falsificaciones o de reediciones.. .. ..De estas dos datas (la estabilidad tecnolgica y la dorninacinde!capital mercantil) se desprende un terce:o: la pequen~z ~e lastiradas,comprendidas generalmente entre los mil y los dos mileJemplares. Lanecesidad de no inmovilizar durante demasiado tiempolas fundicio-nes de los tipos de jmprenta, costasos y posedo~ enpequeno ~mero eI temor a no poder agotar rpidamente los ejernp[arespuhlica-dos, que hay que almacenar con grandes gastos, eI deseo deliberar lamayor parte posibIe de! capital.de la empresa; y e! hechode que, pa-sado cierto umbral, en las condiciones tecnolgicasantrguas, ~l m::re-mento deI nmero de ejemplares no entraria ms queuna disminu-. d ’11 23 ‘ Icin despreciable del precIo de coste por. cua ermo ; estas son asrazones que explican la cortedad d~ las t1:a?as,q~e es ~t.ra de las ca-ractersticas fundamentales deI antiguoregimen tipogrfico.En eI transcurso del sigla XIX, su sustitucin por una nuevaeco-noma deIlibro se realiza en dos riernpos. En los anos 1830 larenova-21 Robert Darnton, The Business of Enlightenment, a P~blis?ingHistory of t~eEncyclopedie, 1775-1800, Cambridge y Londres, HarvardUniversiry Press, 1979, pago216. F . d’22 Robert Darnton, -L’Imprimerie de Panckouckc en l’an 11, Reoueranatse -Histoire du Livre, 23, 1979, pgs. 359-369.23 Philip Gaskcll, A new Introduetion to. Bibliogr~phy, Oxford,At .t,he Clar~nd~nPress, 1972, pgs. 160-163; Henri-jean Martn, -Lcsurages au XVIIle sicle, Histoirede l’dition Franaise, op. cit., t.11, p. 102.
  • 2827 Anne-Marie Thiesse, Le Roman du quotidien. Lecteurs etlectures populaires laBelle poque, Pars, Le Chemin Vert, 1984.pectativas se encuentran colmadas por una totalree~tructuracindelmundo de la edicin. EI dato ms sorprendente esSIn duda la trans-formacin de la circulacin del peridico. Carodurante much?tiernpo, vendido slo por suscripcin y, pese a lasini~iativas deI ~lrardin en el decenio 1830, accesible solamente ~una clientela rcla:lva-mente acomodada, el peridico se vuelve,graclas a su costo rebajado(un ‘ou e! ejernplar), gracias a suamplia difusin asegurada por el [e-rrocarril y la posta, gracias ala venta por nmero, la ms pORular delas lecruras. Toda una gama deimpresos nuevos, que no son libros, ono lo son realmente, esofrccida entonces a los lectores recientementeconquistados: e!peridico cuyos foBetones separables pueden colec-cionarse yencuadernarse, los semanarios o l~s blme~suales que nopublican msque novelas por entregas, las senes vendlda~ por ent2e-gas y lu egopor fascculos, ms gordos y de formato mas pequeno,por ltimo, lasnovelas a trcce sous y luego a catorce sous. Libros-pe-ridicos, operidicos-libros, estos productos inditos ganan, para laimprentauna clientela variopinta pero, a buen seguro,. ampltamentepopular yfemenina 27. As, despus de 1860, aunque l.a tmprenta am-pla suinfluencia sobre la sociedad entera, proporcionando .a cadacuallalectura que le conviene -o que se supone que le convrene-c-,esahegemona pasa por una transforma~inprofun~a de la econ~maeditorial,que dedica la menor parte al Iibro y la mejor a esosobjetosemancipados de su dominio: el diario, el peridico: elmagaztn. .A pesar de ello, la fecha de 1830 nos ha parecido una cesuraIm-portante y la hemos retenido como un momento, qu~ puedc,~e~a:arlos volmenes segundo y tercero de nuestra Histoire de IEditionFranaise. ,Por qu? EI trabajo de edicin, que elige o encargalostextos, que controla las operaciones por las que stos se v~elvenh-bros, que asegura su difusin entre los compradores, constltu~eco.ntoda evidencia ese proceso fundamental en el que se cruzan lahisteriade las tcnicas y la historia de la produccin, la sociologiadeI mundode la librerfa y la sociologa de ‘la lectura, e! estudiomaterial de. ~os li-bros y e! estdio cultural de los text.os. Elconcepto de edicin h~sido colocado, por tanto, en el corazon denuest~a ~mpresa: ~e,ah,necesariamente, una interrogacin sobre susvanaciones ~Istoncas,las formas sucesivas que son las suyas, y lasrupturas que jalonan sutrayectoria.Libras, lecturas y Icctores co la Edad Modernacin. es tcnica, con una primera industrializacin de lafabricacinde! libro. La prensa mecnica de vapor (que ofrece laposibilidad deimpnmrr 1.000 hojas por hora frente a las 150 deantes), la mquinade papel co!ltmuo y las prensas de lacncuadernacin industrial alte-ra? eI trabajo de los papeleros, losimpresores y los cncuadernadores.eteno que el nmero de ttulospublicados anualmente aumenta~ero las tir~das siguen siendomodestas (a mediados del sigla XIX, l~tlr.adamedla no es todava msque de 3.000 ejemplares) 24 y la edi-CIOTI sigue estando dominadapor los gneros y los ttulos tradiciona-les. Entre 1816 y 1850, porejernplo, los tres best-sellers de la edicinfrancesa son las Fbulasde La Fontaine (con casi 750.000 ejemplarespubhcados), e! C~teczsmohistrico de! abate Fleury (cerca de 700.000ejemplares) ,; mas tardeel Telmaco de Fnelon (cerca de 600.000eJemplar~s) . La vcrdaderaruptura se sita luego, en la segunda mi-tad ~el slgl? ~lX. Lastcnicas de composicin y de ilustracin resul-tan mdustn~h~adasa suvez con la aparicin de la Linotipia, y luegode la Monoupla,. y losprogresos del fotograbado. Pero, incluso antesde estasinnovaciones, la produccin cambia de escala franqueando elumbral delos 2.000 ttulos anuales a mediados deI decenio 1850, paraalcan.zarlos 15.000 ttulos a finalcs deI siglo. El alza de las tiradas,m~Itlphcada por cuatro en cmcuenta anos, acompafia a estecreci-rruento del nmero de ttulos impresos.~a clave de esta evolucin estriba en la aparicin de nuevascate-gonas ~e [cctores, que da una dimcnsin indita al mercadodellibro.De Cuizor a Ferry, la escue!a (pero no slo eBa) alfabetiza los fran-ceses, redu~lendo las antiguas diferencias entre lasciudades y elc~:nPo, hac!endo dcl saber lecr una competencia casiuniversal. EInmo, la tuulcr, eI pueblo, esas tres figurasfundamentales de la mito-loga d~l siglo XI:::, simbolizanperfectamente esas nuevas clases dec?~sumldo:es d;,lmpresos, deseosos de leer por placer o porinstruo-cion, por diversin o por estudio 16. Con el Segundo Imprio,sus ex-24 Jame~ Smith AlIen, Popu!a~ Fre~ch Romanticism. Authors,Readers and Books inthe 19th Cen~ury, Syr~c~se University Press,1981 pgs. 134-135 Frderic Barbier;
  • 30 Libros, lccturas y lectores en la Edad Moderna De la hisroriadel Iibro a la histeria de la lcctura 31En la historia larga dellibro parecen sucederse tres modos deedi-cin. EI prirnero, anterior a la imprenta, constituye la edicincorno elhecho .d~ hacer pblico uo texto cuyo manuscrito ha sidoverificado yautentificado por el autor. La lectura pblica,realizada co una univer-sidad o co la corte de uo rey o de ungrande, el envio de un herrnosoejemplar cuidado eco una dedicatoriapoderosa, la entrega de la obra auna institucin (por ejernplo, auna orden religiosa) que se encarga dedifundiria, a veces la ventao el alquiler del manuscrito a un librero:sas son las diferentesmaneras de editar un texto co la Edad Me-dia 2H. Cada una significaque cl autor autoriza la circulacin de 5Utexto, perrnitiendo que sehagan nuevas copias aI margen incluso de sucontrol. Esta primeraforma deI proceso de edicin ha podido ser in-vocada para defenderla continuidad entre ellibro manuscrito y el li-bro impreso, puestoque tanto uno como otro se reproducen, en va-rias decenas ocentenares de ejemplares, a partir de un texto corregido,revisado,autorizado -eI archetypum o exemplar de la edad dei ma-nuscrito-que sirvc de ejemplar de rcfcrcncia y de modelo idneopara copiar.En cualquier caso, esa forma no quedar totalmente bo-rrada en laedad de la print culture porque la lectura de autor, o,msgeneralmente, la lectura en voz alta de textos copiados a mano(algu-nos quedan manuscritos, otros se imprimirn luego) seguirsiendouno de los medios de hacer pblicas las obras, de editarias enla so-ciedad de los salones literarios y de las academiascultas.En el antiguo rgimen tipogrfico’)’ entre mediados deI siglo xvyprimer tercio del XIX, la actividad editorial es ante todo unaactividadcomerciante. Los mercaderes libreros parisienses ylioncses del tiempodel humanismo, de fortunas slidas 29, losgrandes libreros de la capitalen el siglo XVII, mimados por elpoder real que les otorga privilegias yencargos JO, las poderosassociedades tipogrficas instaladas en el per-metro del reino en elsiglo XVlII, enmarcan esa forma de ser editor quese cruza con doslgicas. La primera es la lgica deI capitalismo co-mercial, dirigidopor la demanda y el mercado: la librera antigua seidentifica as conuna empresa mercantil que exige gruesas inversiones2B Pascale Bourgain, -L’dition des rnanuscrits, Hstore del’dition Franase, op.cit., t. I, pgs. 48-75.19 Annie Parem, Les mtiers du livre Pars au XFr sicle(1535-1560), Ginebra Li-brairie Droz, 1974; Natalie Zemon Davis,-Le monde de I’imprimerie humaniste:Lyon-, Hstoire de l’EditionFmnaise, op. cu., t. I, pgs. 254-277.30 Henri-jean Martin, Livre, pouvoirs et soct, op. cit., t.11,pgs. 662-731.de fondos, audacia y una atencin completa,n:~nte.volcada hacialaventa, Pero, aI mismo tiernpo, esa forma de edicin ~lgueat,rapada I:0rla lgica deI patrocinio. Todos los editores deiAnnguo Reglll.’en, 1Il~cluidos los que publican textos prohibidos(pensemos, por eJemplo,en el consorcio que produce la edicinneuchatelense de l~ Enciclope-dia, estudiada por Robert Darnton),buscan la benevole~Cl~ de las au-toridades monrquicas puesto queson stas las que dlst~lbuyen losperrnisos (registrados o verbales),protege~ de ~os c~mpetIdores, t~leran o prohben. EI rgime~ jurdicode, l~ h~rena anngua, con s~s dife-rentes categoras de perm~sos yde pnvIleglOs, su censu,ra previa y supolicia dellibro, conducemdudablemente a ese fuerte vm,culo entre laedicin y el poder. Peraste expresa, sin duda, algo mas pro'[undo:una mentalidad de AntiguoRgimen (compartida por otro lado pornumerosos escritores) queconsidera que emprender es sremprc ,em-prender a costa de unc0rt.Ipetidor, q.ue piensa como ~~ contradicto-rias la libertad(dei comercio o de las jdeas) y la proteccron delEstado,dispensador de pu estas y de gracias, que asocia lascspeculaciones au-daces y las dependencias aceptadas. . .La edicin como profesin autnoma y el editor .en .clsenu?omoderno dcl trmino no aparecen, por tanto, en Francia sino~ardlamente sin duda alrededor de 1830. Para esa aparicin sepreCls~bandos c~ndiciones: de un lado, que el rrabajo de edicin s.ecmancipasedel comercio de librera con el que antes estabaconfundido; por otro,que la totalidad del proceso de fabric~cindeun libro (desde la ,clec~cin del manuscrito a las solucionesrecrucas, de las opciones estticasa las decisiones comerciales) seconcentrase cn las manos de un solohombre. No es por tantosorprendente que la apar~cin ~el editorhaya estado unida al xitodellibro ilustrado: que :xlge, mas que ,losotros, esa firme unidaddei proyecto y de la ejccucion. El editor LeonCurmer lo atestiguacuando se dirige ai jurado de la EXposl~lOn ~eproductos de laindustria francesa en 1839: .E1 comercio de librera,como seentiende por regIa general, no consiste en otra cosa que enunintercambio de dinero por hojas impresas que elencuadernadorentrega despus en volmenes. La lib~era consideradadesde estepunto de vista haba perdido el carcte~ mte~ectual quenuestros ante-pasados haban sabido darle […]. La liurerfa haalcanzado hoy otraimportancia, y lo debe a la profesin de editorque ha Uegado a im-plantarse en eUa desde la introduccin de loslibros ilustrados […]. Eleditor, intermediario inteligente entreel pb~ico y todos los tr~baJadores que concurrcn en la confeccin deun libro, no debe ser ajeno a
  • 32 Libros, Iecturas y lectores en la Edad Moderna De la historiadel Iibro a la hisroria de la lectura 33ninguno de los detalles de! trabajo de cada una de esas personas[…].Esta profcsin es ms que uo oficio, se ha convertido co unarte dif-cil de ejercer, pero que compensa ampliamente de lasmolestias quecausa co los goces intelectuales de cada instanteJl.Esc texto atestigua claramente la invencin de una profesin,de-signada como tal, que constituye 5U especificidad de dosmaneras. Enprimer lugar, aI separarse de las prcticas tcnicas de laimprenta y delas comercialcs de la librera. Lucgo, aI situarsedellado de las activi-dades intclectuales y artsticas -lo cuaIsupona tratar de conferir alnuevo oficio una Iegitimidad indita,del mismo ordcn que el deaquella de la que podan valerse losescritores. De ah, invariable-mente, una tensin entre ese idealintelectual, que obliga aI editor adedicar la mayor parte de sutiempo a la lectura de manuscritos, a en-cuentros con los autores,a la constitucin de su fendo que se vuelvesu nico rendimiento, y larealidad de las presiones que pesan sobresu actividad econmica. Lafragilidad del crdito bancrio, crnica enla Francia del siglo XIX,la dureza de la competencia, que se hace msdura todava cuando serecurre a la publicidad, las exigencias nuevasde los autores, quequieren o deben vivir de su pluma cada vez ms,son otras tantasarnenazas para la actividad editorial.Las quiebras, producidas en cantidad en torno a 1830, luego afina-les de los anos 1840, y luego todavia durante la crisis deIlibra en eldecenio 1890, son la traduccin de estas incertidumbresde la edicinnueva. Pero, aI rnismo tiernpo, cada poca de crisisaparece, en eI sigloXIX, como una condicin para la innovacin. Asf,tras los desabridosafies que enrnarcan 1830, la edicin inventa unosobjetos nuevos, re-duce los formatos (por ejemplo los clsicosCharpentier, en formatoin-18), plagia dei peridico la frmula dellibro publicado en fasccu-los y las entregas ampliamenteilustradas, vendidas a poco precio ylanzadas con gran despliegue depublicidad. Asimismo, las quiebrasanteriores a 1848, al marcar elfracaso del proyecto romntico que so-fiaba con poner aI alcance delos ms populares de los lectores los mshermosos de los libros,abren el camino a los grandes xitos -a vecestemporales- de lasegunda mitad de! sigla: los de Louis Hachette,Pierre Larousse oJules Hetzel que satisfacen las nuevas demandas delectura,despIazadas hacia los manuales escolares, los libros para laju-ventud, la literatura de estacin y las obras enciclopdicas.31 Odile y Henri-jean Martin, Lc monde des editeurs, Histoire del’ditionFranaise,op. cit., t. IlI, pgs. 158-715, cita pg. 182.Por ltimo, la mayor sacudida de finales de sigla, que puedele-erse como una crisis de superproduccin, tiene un efectodoblc:opera una drstica sclcccin entre los editores establccidos,contras-tando a los que tienen fuerza suficiente para resistir lasacudida y losque zozobran definitivamente con los tiemposdifciles; conlleva elnacimiento de dos editores nuevos que van adominar la produccin!iteraria de! perodo de entreguerras (en 1907,las ditions Nouvellesfundadas por Bernard Grasset, en 1911 lasditions de la NouvelleRevue Franaisc convertida en LibrairieGallimard ocho afios mstarde) 32. Tambin con la crisis la edicindebe reforzar sus estructu-ras: a la poca de los editores, de esosempresarios conquistadoresque invcntan una profesin, le sucede lapoca de las casas de edicin,organizadas en servicios decompetencias distintas y complementa-rias (la direccin [iteraria,la fabricacin, la gestin comercial, la pu-blicidad) 33. ~En qumedida esta traycctoria y esta cronologa fran-cesa, que hacesuceder tres definicioncs y tres modos muy diferentesde laactividad de edicin, valen para otros pases? Slo lashistoriasnacionales de la edicin, actualmente en el telar o enproyccto, permi-tirn responder a esa pregunta.La revalorizacin deI concepto de lectura v~ a la par con ladeIconcepto de edicin. Se ha dicho que la historia francesa deilibra haconsiderado durante demasiado tiempo la lectura como unaprcticasiempre semejante a la que es hoy, y como una rccepcinpasiva delos mensajcs portados por los objetos irnpresos. Larevisin ha sidodoble, y fructfera. En primer lugar, la comprensinde las discrepan-cias socioculturales a partir slo de indicadoresestadsticamente me-dibles (por ejemplo, las tasas de alabetizacin oe! peso de la desigualpresencia dcl libra segn los medias sociales)ha parecido algo corta.Si atendemos a una sociologia cultural mspreocupada por los usosque por las distribuciones, la historia deilibra mudada en historia dela lectura se ha esforzado por restituirlas formas contrastadas conque lectores diferentes aprehendan,manejaban y se apropiaban delos textos pucstS en libro. As erandefinidos e1 programa y los prin-cipias de una historia de lasformas de leer, captadas en sus variacio-nes cronolgicas y en susdiferenciaciones socioculturaIes.32 Elisabeth Parinet, L’edition littraire, 1890-1914, Hstoirc del’ditionFranaise,op. ct., t. IV, pgs. 148-187.}] Elisabeth Parinet y Valrie Tcsnicrc Une crurcprise: la maisond’dition, His-toire de I’dition Fran;ise, op. cit., t. IV, pgs.122-147.
  • 34 Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna De lahistoriadcllibro a la histeria de la Iectura 35Varias oposiciones fundamentales han orientado el enfoque. Yanoshemos encontrado eon el que contrasta la lecturanecesariamenteoralizada y la que puede hacerse por los solos ojos yen silencio ~sinesa subvocalizacin que los latinos llamabanruminatia. Puede darcuenta, a la vez, de una transformacin profundade las prcticas inte-lectuales de los medias cultos, lectoressilenciosos desde antes de lainvencin de la imprenta, y de la largapersistencia de un desfase cul-tural fundamental que reconoce a losms desprovistos en eI hecho deque deben lccr en voz alta o en vozbaja para poder comprender loque leen.Segundo contraste: entre las lecturas de la soledad, dei retiro,deisecreto, y las lecturas hechas en pblico. Dado que as ocurreennuestro mundo, la Iectura ha sido percibida tradicionalmente comoelacto por exceIencia de la intimidad individual, como unaprcticafundamentalmente privada. Y, por supuesto, textos e imgenesdantestimonio de esa fuerte reIacin entre la actividad lectora y elretirodei mundo. Pero tambin debe reconocerse que hay otraslccturasdistintas, que no se hacen en el aislamiento, que no sonsolitarias nisilenciosas. De ah el inters, reciente en Francia, porlas institucionesque permiten leer sin comprar y donde eI encuentrocon el libro sehace en un espacio colectivo: por ejemplo, lascolecciones abiertas aIpblico y los gabinetes de lectura, porejemp]o las bibliotecas munici-pales, nutridas por lasconfiscaciones revolucionarias, por ejemplo lasbibliotecasescolares y las bibliotecas. populares, en susinspiracionescontrastadas, filantrpicas o asociativas. De ah,paralelamente, laatencin prestada a todas las formas de lectura enalta voz, compren-dida no slo como media de hacer participar a losanalfabetos en lacultura de lo escrito, sino tambin, y sobre todo,como una forma desociabilidad, familiar, mundana o culta, hecha portanto por quiensabe leer a quien sabe leer. De la diligencia a lataberna, del saln a laacademia, dei encuentro amistoso a la reunindomstica, son muchaslas circunstancias entre los siglos XVI y XIXen las que leer en voz alta,para los dems, es un gesto normal,esperado. La lectura no es, portanto, solamente una figura de lontimo o de lo privado; tambin escimento y expresin dei vnculosocial.».,H Roger Chartier, -Loisir ct sociabilit: Lire haute voix dansl’Eurcpc modcme,Littrature classique, 12, La voix au XVII» sicle,cncro de 1990, pgs. 127-147 [trad. es-pafiola, Roger Chartier, Ocioy sociabilidad: la lectura a voz alta cn la Europa mo-derna, EImundo como representacin. Estudios sobre historia cultural,Barcelona, Ge-disa, 1992, pgs. 121-144].Tercer dcsfase: la diferencia reconocida entre [ectura culta yec-tura popular. La colecta paciente de lo que los lectores mshumil-des han dicho o escrito de su lectura, as como lareconstruccin de lalcctura implcita inscrita cn los objetosimpresos que estaban destina-dos, si no exclusivamente al menosmasivamentc, a los lectores popu-lares (en sentido amplio deItrmino) han permitido caracterizar, ensu diferencia, una forma deleer que no es la de los virtuosos dei li-bro. Esta forma de lccrexige puntos de referencia explcitos y multi-plicados, ttulosnumerosos, resmenes [recuentes, la ayuda de laimagen; slo parecefcil si contiene secuencias breves y cerradas so-bre s mismas;parece bastarse con una coherencia mnima y procederpor asoeiacin deunidades textuales (captulos, fragmentos, prrafos)desunidas unas deotras. Discontinua, aproximativa, vacilante: seme-jante modo deleer orienta las cstrategias editoriales puesto que da susformas alos objetos tipogrficos propuestos aI mayor nmero de lec-tores ygua el trabajo de adaptacin que modifica un texto cuando seda aleer a nuevos leetores, menos cultos, en una nueva frmulaedi-torial, menos costosa. Define tarnbin una relacin particularcon lacultura impresa y un modo especfico de comprensin quetrazanuna frontera cultural fundada no slo cn la desigualreparticin dclli-bro en una sociedad, sino en los diferentes usoshechos de textos quepueden ser comunes a diversas clases delectores 35. .’En la actualidad, aunque estas oposiciones macroscpicasconser-van su validez, deben ser afinadas desplazando la atencinhacia unasdiferencias en menor escala. Reconocerlas supone, porejemplo, con-siderar eI estatuto especfico que talo cual medio da aun libro par-ticular cuyo uso define lo que debe ser toda lcctura:as, la Biblia enlos protestantismos calvinistas y pietistas,eIlibro de magia o el alma-naque en cicrtas sociedades rurales, lanovela para muchos lectoresurbanos despus de 1750, o incluso loslibros de Rousseau para unaelite ilustrada 36. Con sernejanteenfoque, podemos volver a pensar la3’i Roger Chartier Lectures et lecteurs dans la France d’AncienRegime, Pars, di-tions du Seuil 1987, [trad. cspaiola, RogerCbartier, Los libros azules y Figuras li-rcrarias y expericnciassociales: la literatura picaresca en los libros de laBibliotecaAzul. EI mundo como representacion, op. cit., pgs.14S~162 y pgs. 181-243J.36 David D. Hall,
  • 36 Libras, lccturas y lectorcs co la Edad Moderna De la historiadc1libro a lahistorie de la lectura 37definicin misma de la diferencia social. Fiel a las divisionesmayoresestablecidas por la historia social, la historia francesadellibro (y de lalcctura) ha permanecido mucho tiempo prisionera deuna forma deorganizar las oposiciones entre los grupos a partirnicamentc de 5USdiferencias socioeconmicas. Lo cual explica elfavor otorgado a laantinomia entre cultura de elites y culturapopular, objeto de rnlti-ples trabajos. La historia de largaduracin de las prcticas de lecturaensefia, sin embargo, que hayotras divisiones, igual de importantes,igual de sociales, pero queponen co juego otras discrepancias: entrehombres y mujeres, entreurbanos y rurales, entre catlicos y refor-mados, y tambin entre lasgeneraciones, entre los oficios, entre losbar-rios. Por eso, comoen uo efecto de retroceso, la historia de la cul-tura impresa puedcayudar a la histeria social a reformar sus propiascategoras ydivisiones.Mas el envite de una histeria de la lectura no est slo ah. Seins-cribe, en efecto, en una aparente contradiccin: o bien seafirma laomnipotencia del texto y su poder de presin sobre ellector, peroentonces la lectura no puede considerarse ya como unaprctica aut-noma y sus variacioncs apenas importan; o bien se da laprimaca a lalibertad del lector, productor inventivo de sentidossingulares, no en-cerrados en el texto mismo, y entonccs lahistoria de la lectura ame-naza con diseminarse en una colcctaindefinida de experiencias irre-ductibles unas a otras. Transformaren tensin operatoria lo quepodra parecer como una insuperableapora: se es el intento de unahistoria de las prcticas de lccturaque, para cada poca y cada medio,pretende identificar lasmodalidades compartidas del leer que sitanlos gestos individuales,y que pone en el centro de su interrogacinlos procesos por los que,frente a un texto, un lcctor o una comuni-dad de lectores produceuna significacin que le es propia.La construccin del sentido, histrica y socialmente variable,sehalla pues comprendida en eI cruce entre, por un lado, laspropieda-des de los lectores (dotados de cornpetencias especficas,identificadospor su posicin social y sus disposiciones culturales,caracterizadospor su prctica dellecr) y, por otro, los dispositivosescriturrios yformales -Ilammoslos tipogrficos en eI caso de lostextos impre-Darnton, Readers Respond to Rousseau: The Pabricarion ofRomantic Sensitivity,The Great Cat Massacre, op. cii., pgs.214-256, (trad. [r.
  • 38 Libros, lecturas y lectorcs co la Edad Moderna De la historiadei libra a la historie de la lcctura 39lar. Comprender la forma en que una nueva mancra de estar enelmundo ha podido imponerse a una sociedad entcra exige portantoprestar atencin a los lugares sociales que la comunican (lacorte, ~afamilia, la cscuela, la iglesia), pero tambin a los librasque la transcn-ben y transmiten, y a 5US usos 3~. .Segunda gran trayectoria apoyada en el libro: la queconstltuyeuna esfera privada de la existencia, separada de loscontroles comuru-tarios y sustrada a la influencia de! Estado. ParaPhilippe Aries, e!dominio del saber Ieer y del saber escribir, lacirculacin ms densade lo escrito, manuscrito o impreso, la difusinde la lectura silen-ciosa que instaura una relacin ntima y secretaentre ellector’y 5U li-bra son otras tantas condiciones neccsariaspara que pueda afirmarsela nocin misma de privado 3′;1. Desdelucgo, como se ha dicho, leeren alta voz, para los dems o para unomisrno, leer a varios, para eltrabajo o para e1 ocio, son gestosque resistcn al proceso de privati-zacin ~o que proponen una figuraque no es la dei retiro dcl indi-viduo fuera dei mundo. Sinembargo, la tendencia fundamental esaquella que basa en la relacinpersonal con eI escrito tanto las pieda-des nuevas, que modificanradicalmente la relacin dei hombre con losagrado, como lasexperiencias que permiten la construccin ~el yontimo. EI envite dela historia de la lcctura, desde esta perspectiva, espor tanto eltrazado de la frontera, mvil, inestable, entre lo privadoy lopblico, y tambin la dcfinicin misma de diferent~s forma.s deloprivado, coincidentes o concurrentes: la soledad individual, lamu-midad familiar, la sociabilidad convivial «.Pero las prcticas de lectura tarnbin estn en el centro deipro-ceso que ve, frente a la auroridad dei Estado, la aparicin deun nuevoespacio pblico, de una esfera pblica politjca, parautilizar los3~ Roger Chartier, -Distinction ct divuigation: la civilit etses livres, Lectur~s. ~tlecteurs dans la Frunce d’Ancien Rgime, op.cito pgs. 45-86, [eLos manuales de ClVl1J-dado Distincin ydivulgacin: la civilidad y sus libras, vase infra, II1A Parte].3~ Philippe Arics, Pour une histoirc de la vie prive, Histoirede la oie proe, bajola direccin de Philippc Aris y Georges Duby,Paris, ditions du Seuil, t. UI, De laRenaissance aux Lumires-,1986, pgs. 7-19 [trad. cspaiola, Philippe Artes, «Para unahisteriade la vida privada’>, Historie de la vida privada. Dirigida porPhilippe Aris yGcorges Duby, Madrid, Taurus, tomo Ill, «DelRenacimicnto a la Ilustracin-. Volu-men dirigido por RogerCharticr, 1989, pgs. 7-19J.48 Roger Chartier, Lcs pratiques de l’crit, Histoire de la viepriue, t. IH, op. cu.,pgs. 112-161, [trad. espafiola, RogerChartier, «Las prcticas de lo escrito, co Histo-ria de la vidaprivada, tomo IH, op. ci., pgs. 112-161].mismos trminos de Jrgen Haberrnas «. Siguiendo a Kant, puedede-finirse como un espacio de debate y de crtica en el que laspersonasprivadas hacen un uso pblico de su razn, con totaligualdad, cual-quiera que sea su condicin, y sin que pueda ponerseningn limite aiejcrcicio de su juicio. Esta esfera pblica poltica,aparecida en pri-mer lugar en Inglaterra, luego en Francia y en clcontinente, es lle-vada por las formas de sociabilidad, ms o menosinstitucionalizadasde la edad de las Luccs (salones, clubs, cafs,logias, sociedades Iitera-rias) y es hecha posible por lacirculacin de! escrito impreso. Oiga-mos a Kant en su texto de 1734Was Ist Aufkldrung?: Entiendo poruso pblico de nuestra propia raznaquel que se hace como sabiadclante del conjunto dei pblico quelee. La opinin pblica resultaas identificada con una comunidad delectores, que hacen doble usodcl impreso: en la convivialidadcercana de las lecturas en comn quecimentan las nuevas formas de lasociabilidad intelectual: en la refle-xin solitaria, y sin embargocompartida, que autoriza la circulacindel Iibro, As vista, lahistoria de la lectura es uno de los temas mayo-res de un estdio dela constitucin de la cultura poltica moderna,que afirma frente alpoder de! prncipe la legitimidad de la crtica, yque modela lacomunidad cvica sobre la comunicacin y la discusinde las opinionesindividuales.De estas tres traycctorias. todas conciernen a Prancia, peronin-guna Ic es propia. Comprenderlas a partir de las prcticas delecturarequiere por tanto, necesariamente, situarse en unaperspectiva com-paratista, De ah una constatacin para concluir.Podrfa parecer quela historia del libro, en este momento, serepliega sobre los espaciosnacionales, con la fIoracin, un poco portodas partes, de proyectosde historias de la edicin. La tarearesulta sin duda indispensable paraque, pas por pas, se analice lasituacin de los conocimientos y se di-seie el. programa de lasinvestigaciones a realizar. Sin embargo meparece que tales empresasslo encuentran su verdadera significacinsi pueden llevarnos apensar de otro modo, bajo una nueva luz, lasevoluciones que hanmarcado, con desfases y con diferencias, a todaslas sociedades deEuropa y de Amrica. La historia dcllibro, conver-tida en historiade la edicin e histeria de la lectura, tiene mucho queensefiarsobre la forma en que se transformaron las condiciones deIejerciciodel poder, las discrepancias entre los grupos y las clases, las41 jrgen Habcrmas, Struktur-wandel der Offentlichkeit, Neuwied yBerlin, Her-mano Luchterhand Verlag, 1962.
  • prcticas culturales, las formas de estar en sociedad. As pues setratamenos de caracterizar la printing reuolution en 5US rasgosespecfi-cos que de comprender la forma en que el libra y 5US usos,antes ydespus de la imprcnta, dieron 5US figuras propias a lasevolucionesmaestras que transformaron las sociedades a uno y otrolado delAtlntico.La especificidad francesa en la historia deI libra no es ya loqueera: las interpelaciones procedentes deI exterior, las Judasnacidas enel interior han hccho volar en pedazos la identidadforjada en losanos 60 en torno a una histeria serial y social. EIespacio de rrabajode los historiadores franceses que piensan que laproduccin, la cir-culacin y la apropiacin de los libras son datosfundamentales de lahisteria de las civilizaciones, ya no les esparticular: lo comparte conotros que, a su vez, tambin relacionancl estudio de los textos, eI delos objetos escritos y cl de suslectores y lecturas. Por lo tanto {he-mos de decir que hoy, cn lahistoria de! libra, la especificidad fran-cesa ya no existe? Talvez, salvo que no consideremos tpicamenrefranceses la voluntad deponer la historia de la cultura impresa aI ser-vicio de cuestionesde gran envergadura, el gusto por la larga dura-cin y la tentativade relacionar estudios de casos y tomas globales.Pero {basta estopara diagnosticar una especificidad francesa? Es allcctor a quientoca decidir.40 Libras, lecturas y lecrores en la Edad ModernaCaptulo2TEXTOS, IMPRESOS, LECTURASEn el Prlogo de La Celestina tal como fue publicada enValenciaen 1514, Fernando de Rojas se pregunta sobre las razonesque pue-dan explicar por qu la obra haba sido entendida, apreciaday utili-zada de forma tan diversa desde su primera aparicin enBurgos en1499 ‘. La cuestin es scncilla: de qu forma puedeconvertirse untexto que es el mismo para cuantos lo leen en uninstrumento de lido contienda a sus lectores para ponerlos endifferencias, dando cadauna sentencia sobre eIla a sabor de suvolunrad. Partiendo de esapregunta de un autor antiguo sobre unviejo texto, querramos for-mular nosotros las propuestas e hiptesisesenciales que sustentan untrabajo empenado, en formas diversas,sobre la histeria de las prcti-cas de lectura, comprendidas en susrelaciones con los objetos impre-sos (que no todos son libras,lejos de eso) y con los textos que llcvan.Para Rojas, los contrastes en la recepcin del texto que hapro-puesto aI pblico se deberi, ante todo, a los lectores mismos,cuyosjuicios contradictorios deben cargarse a cuenta de ladiversidad de losI Fernando de Rejas: La Celestina. Edicin de Dorothy S. Sevenn,notas cn cola-boracin con Maite Cabello, Madrid, Ctedra, 1987, pgs.77-83.41
  • 42 Libros, lecturas y lectorcs en la Edad Moderna Textos,impresos, lecturas 4)caracteres y de los humores (
  • 44 Libras, lecturas y lectores en la Edad Moderna Textos,impresos, lccruras 45ria. Entre los siglas XVI y XVIII subsisten las Iccruras en vozalta, en lahostera o en la diligencia, en eI saln o co el caf, cola sociedad ele-gida o en la rcunin domstica. Hay que hacer suhistoria 3.Segunda pista: el anlisis de las relaciones entre textualidad yora-lidado Entre la cultura deI cuento y de la rccitacin y lacultura de loescrito hay, desde luego, diferencias marcadas, y bicocaracterizadaspor Ccrvantes en ese captulo XX de la primera partedei Quijote yacitado 4. Para entretener el tiempo, una noche devela de armas, San-cho empieza a decide cuentos a su amo. Pero laforma que tiene dehacerlo, que consiste en interrumpir eonfrecuencia el relato me-diante comentarias y digresiones, quemultiplica las repeticiones, queproyecta a~ narrador en la historiay lo remite a la situacin dei mo-mento, impacienta ai mximo a suoycnte: Si desa manera cuentas tucuento, Sancho -dijo don Quijote-,repitiendo dos veces lo que vasdiciendo, no acabars en dos das;dilo seguidamente, y cuntalocomo hombrc de entendimiento, y si no,no digas nada.Hombre del libra por excelencia, enloquecido de lectura hastaelexceso, don Quijote se irrita por un relato que no tiene lasformas deaquellos que ordinariamente lee y en el fondo querra quela recita-cin de Sancho se pIegas e a las regIas del escritolineal, objetivo, je-rarquizado. Entre esa expectativa de lector yla prctica de lo oral talcomo Sancho la ha aprendido hay unadistancia insuperable: De lamisma manera que yo lo cuento -respondiSancho- se cuentan enmi tierra todas las consejas, y yo no scontarlo de otra, ni es bien quevuestra merced me pide que hagausos nuevos.Resignado, don Quijote acepta de mala gana escuchar ese textotandiferente de aque llos que contienen sus preciosos libros: Dicomoquisicres -respondi don Quijote-; que pues la suerte quiereque nopueda dejar de escucharte, prosigue.3 Cf. R. Chartier. Les pratiques de l’crit, Histoire de la vieprive, bajo la direc-cin de P. Aris y G. Duby, tomo lIl, De laRenaissancc aux Lurnires, volumen di-rigido por R. Chartier. Pars,ditions du Seuil, 1986, pgs. 113-161. [Trad. espafiola,RogerChartier, Las prcticas de lo escrito, Historia de la vida privada.Dirigida porPhilippc Aris y Gcorges Duby, Madrid, Taurus, tomo IH,Del Renacimiento a laIlustracin. Volumen dirigido por RegerChartier, 1989, pgs. 112-161 (cf. pg. 39,nota 40)J.4 Miguel de Cervantes, EI Ingenioso Hidaigo Don Quijote de laMancha. Edicinde John jay Allen, Madrid, Ctedra, 1984, t. I, pgs.237-239; Cf. Michel Morrer, Cer-vantes conteur. Ecrts et paroles,Madrid, Bibliothque de la Casa de Velzquez, 1989.Entre el relato pronunciado y el escrito impreso hay, portanto,un gran diferencia. No obstante, no debe hacer olvidar quesus lazosson numerosos. Por un lado, conduccn, en los textosdestinados a unamplio pblico, a la inscripcin de frmulas que sonlas mismas de lacultura oral. La escritura de ciertos ocasionalesque copia las formasde decir de los narradores de cuentos o lasvariantes introducidas enlos cuentos de hadas a partir de prstamosde las tradiciones folclri-cas es buen cjernplo de esosafloramientos de lo oral en lo impreso 5.Por otro lado, esadcpendencia constante asegura el retorno a la orali-dad de textosmltiples, ledos en voz alta, tanto los de la justicia y delaadministracin del rey como los de la predicacin clerical, tantolosde la diversin culta como los de la ensefianza familiar.Pero para Rojas hay otra razn que ha podido enmarafiar lacom-prensin del texto que ha propuesto a sus lectores: laintervencinmalhadada de los impresores mismos. Deplora, en efecto,los afiadi-dos que han credo poder hacer, contra su voluntad ycontra las reco-mendaciones de los Antiguos: Que aun los impresoreshan dado suspunturas, poniendo rbricas o sumarios aI principio decada acto, na-rrando en breve lo que dentro contena: una cosa bienescusada segnlo que los antiguos escriptores usaron.La observacin puede cimentar una distincin fundamentalentretexto e impreso. entre el trabajo de escritura y la fabricacindellibro.Como escribe con toda justeza un bibligrafoestadounidense:Whatever the may do, authors do not write books.Books are notwritten at alI. The are manufactured by scribes andother artisans, bymcchanics and other engineers, and by printingpresses and othermachines. (vl-Iagan lo que hagan, en cualquiercaso los autores noescriben los libros, adems los libros no seescriben. Son fabricadospor escribanos u otros artesanos, porobreros u otros tcnicos, y porprensas de imprimir u otrasmquinas.s»Contra la representacin, elaborada por la literatura misma,deItexto ideal, abstracto, estable por hallarse separado de todamateriali-s Cf. dos estdios: e] de R. Chartier, La pendue miraculeuserncntsauve. tuded’un occasionnel [vl..a ahorcada milagrosamente salvada.Estdio de un ocasional, enla IHa Parte de este volumcn]; y e] de C.Velay-Vallanrin, Le miroir des contes. Pe-rrault dans lesBibliothques blcucs, Les Usages de l’imprim (xv-xrx: siecle), bajoladireccin de R. Chartier. Pars: Fayard, 1987, pgs. 83-127 y pgs.129-155. Cf. tam-bin C. Vclay-Vallentin, L ‘Histoire des contes,Pars, Fayard, 1992.6 R. E. Stoddard. Morphology and the Book from an AmericanPerspectivc,Printing History, 17, 1987, pgs. 2-14.
  • 46 Libras, lecturas y lcctores en la Edad Moderna Textos,impresos, lecturas 47dad, hay que recordar con fuerza que no hay texto fuera delsoporteque lo da a leer, que no hay comprensin de un escrito,cualquieraque sea, que no dependa de las formas en que alcanza a 5Ulector. Deah la necesaria seleccin entre dos tipos de dispositivos:los que deri-van de 5U puesta co texto, de las cstrategias deescritura, de las inten-ciones dei autor; las que resultan de lapuesta en libra o en im-preso, producidos por la decisin editorialo el trabajo dei taller,apuntando a lectores o ecturas que puedenno ser conformes con losdeseados por eI autor. Esa diferencia, quees eI espacio en que seconstruye el sentido, ha sido olvidada condemasiada frecuencia porlos enfoques clsicos que piensan la obra ens misma, como un textopuro cuyas formas tipogrficas no importao,pero tambin por la teo-ra de la recepcin que postula una relacindirecta, inmediata, entreel texto y eIlector, entre lIas scfialestextuales, manejadas por eIautor, y el horizonte de expectativa deaquellos a quienes se dirige.Hay ah, en mi opinin, una simplificacin ilegtima deI procesoporel que las obras adquieren sentido. Restituirlo exige considerarlasrelaciones anudadas entre tres polos: cl texto, el objeto queloporta y la prctica que se apodera de l. De las variaciones de esarela-cin triangulardependen, en efecto, mutaciones de significacinquepueden organizarse en algunas figuras.Sea, en primer lugar, el caso de un texto estable dado a leerenunas formas impresas que s cambian. AI estudiar las variacionesdelas imprcsiones de las obras teatrales de William Congreve entrelossiglas XVlI y XVIII, D. F. Mac Kenzie ha podido mostrar cmotrans-formaciones tipogrficas aparentemente menudas einsignificanteshan tenido efectos mayores sobre eI estatuto dado alas obras, sobrelas formas de leerlas, e incluso sobre la manera enque el propio Con-greve las consideraba 7. De igual modo, me pareceque la historia edi-torial de las comedias de Moliere importa muchopara la reconstruo-cin de su comprensin.Para George Dandin, por ejemplo, hay que tener en cucntacuatromutaciones: 1) el paso de las ediciones separadas de lapieza, en formade libretos estrechamente vinculados a lasreprescntaciones, a su pu-blicacin en el seno de edicionescolectivas, ficticias o de paginacin7 D. F. Mac Kenzie. Typography and Meaning: rhe Case of WilliamCongrcve,Buch und Buchandel in Europa im achtzehnten Jahrhundert,Vortrge hcrausgegebcnvon G. Barber und B. Pabian, Hamburgo, DrErnst Hauswedell and Co, 1981, pgs.81-126.continua, que la inscriben cn un corpus y donde su sentido sehallacontaminado por la proximidad de otras comedias; 2) lateatraliza-cin del impreso, que progresivamente, a partir de 1682,multiplicalas indicaciones escnicas, en particular en el interiorde las rplicas,lo que permite conservar la memoria de los juegosescnicos deseadospor Molire en una lectura separada de lainmediatez de la represen-tacin; 3) la introduccin de la imagen,tambin en la edicin de 1682,que obliga a una serie de elecciones(en cuanto a la escena a ilustrar,en cuanto a la representacin delos personajes, en cuanto aI respetode las indicaciones escnicas) yconstituye un protocolo de Iecturapara el texto ai que acompafia;4) la edicin conjunta, desde 1734, dela comedia, dei texto de lapastoral en la que estaba engastada y de larelacin de la fiesta deVersalles en que los dos estaban inscritos en1668, como si aprincipies deI sigla XVIII la pieza, situada a distanciahistrica,debiera ser restituida en el contexto de su primera represen-tacin.EI texto, estable desde sus primeras ediciones de 1669, cambiaporlo tanto porque cambian los dispositivos que lo dan a leer «.Segunda figura: cuando el paso de un texto de una impresin aotraordena transformaciones en su letra misma. Es lo que ocurre,porejemplo, con ttulos que constituyen el catlogo de la Bibliotbe-queb/eu. Esta debe ser definida, en efecto, como una frmula edito-rialque trata de ganar a los lectores ms numerosos y ms popularesentrecl comienzo dei sigla XVII y mediados dei sigla XIX. Lascaracte-rsticas comunes a las ediciones que propone son, ante todo,materia-les y comerciales.Materiales: se trata de libros encuadernados, cubiertos depapelazul (aunque tambin rojo o jaspeado), impresos con caracteresvie-jos y poco adecuados, ilustrados con grabados de madera yaernplea-dos y donde, en la pgina de ttulo, la imagen ocupa confrecuencia cllugar dei sello dei impresor. Comerciales: inclusoaunque la longitudde las obras sea variable, sus precios siguensiendo bajos, muy infe-riores a los producidos por un mercadodistinto del libro, ms cuida-dos y por lo tanto ms caros. LaBibliotbeque h/eu exige, por tanto,costos de cdicin calculados aimximo para permitir un precio deventa muy bajo.Los textos que componen su fondo no han sido escritos paraesefin editorial. La poltica de los inventores de la frmula, asaber, los8 En la actualidad preparamos un estudio de esta comedia bajo elttulo provisionalde Le Social cn rcprscntation. Lectures de GeorgeDandin.
  • 48 Libras, Iecruras y lectores en la Edad Moderna Textos,impresos, lcctu~,as 49impresores de Troyes, imitados luego co Run, Caco, LimogcsoAvifin, consiste co buscar co cl repertorio de textos yaeditadosaquellos que co su opinion convienen a las expectativas ycompeten-cias de! amplio pblico aI que tratan de lIegar. De ah doscorolriosesenciales: los textos puestos co libras bleus no sonpopulares) co simismos sino que pertenecen a todos los gneros, atodas las pocas, atodas las literaturas; y todos tuvieron, antes desu edicin bleue, unaprimera vida editorial, ms o menos larga, colas formas clsicas de lalibrcra. Eso es lo que ocurre con laliteratura de devocin y de ejerci-cios religiosos, co las novelas ylos cuentos de hadas, co los libros depractica. Entre la puesta entexto y la puesta en impreso bleu, puedehaber una diferenciagrande, siempre jalonada por una serie de edi-ciones que no sonpopulares- para nada.La especificidad cultural de los materiales editados en clcorpushleu afecta, pues, no a los textos mismos, cultos y diversos,sino a laintervencin editorial que trata de volverlos conformes conlas capa-cidades de Iccrura de los compradores que deben ganarse.Este tra-bajo de adaptacin modifica el texto tal cual viene dadopor la edi-ci n anterior, que sirve de copia a los impresores delibrospopulares, y es guiado por la reprcscntacion que tienen stosde lascompetencias y expectativas culturales de lectores que nofrecuentanellibro. Esas transformaciones sou de tres ordenes.Abrevian los tex-tos, eIiminan los captulos, cpisodios ydigresiones considerados su-perfluos, simplifican los enunciadosdespojando las frases de sus rela-tivos e incisos. Recortan lostextos creando nuevos captulos,multiplicando los prrafos,afiadiendo ttulos y resmenes. Censuranlas alusiones tenidas porblasfematorias o sacrlegas, las descripcionesconsideradaslicenciosas, los trminos escatolgicos o inconvenientes.La lgica deeste trabajo adaptador es, por tanto, doble: trata de con-trolarlos textos sometindolos a las exigencias de la religin y de lamoralcontrarreformadas, y pretende volvcrlos ms fcilmcntc desci-frablespor lectores torpes.La lecrura implcita a que apunta semejante trabajo puedecaracte-rizarse como una lectura que exige puntos de referenciavisibles (porejempl o, los ttulos anticipadores o los resmenes derccapirulacin,o tambin las planchas de madera grabadas quefuncionan como pro-tocolos de Iecturas o puntos de memoria deItexto), una lectura queslo cs cmoda mediante secuencias breves ycerradas, separadasunas de otras, una lectura que parecesatisfacerse con una coherenciaglobal mnima. Hay ah una forma deleer que no es la de las elitescultas, familiares dellibro, hbiles en eI desciframiento y quedomi-nan los textos en su totalidad.Esta lectura rudimentaria puede soportar mejor que la cultalasescorias dejadas en los textos por sus condiciones defabricacin,apresuradas y baratas (por ejemplo, las innumerableserratas, los cor-tes mal dados, las confusiones de nombres ypalabras, los erroresmltiples). La lectura de los lectores delibras bleus (aI menos de lamayora de ellos porque las personasimportantes tampoco despre-cian su compra, por placer, porcuriosidad o por coleccionisrno) pa-rece una lectura discontinua,despedazada, que se acomoda a rupturase incoherencias.Tambin hay hallazgos en e! libra manipulado de textos yacono-cidos, en parte ai menos, en parte de forma aproximada. Ledosa me-nudo en voz alta por un lector oralizador -no slo, o tal vezno deItodo durante las veIadas-, los textos bleus pueden sermemorizadospor oyentes que, enfrentados luego aI libra, losreconocen ms quelos dcscubrcn. Y en lneas ms generales, incluso aimargen de esa es-cucha dirccta, por la recurrencia de sus formasmuy codificadas, porla repeticin de sus motivos, por lassugercncias de sus imgenes (in-cluso si stas no tienenoriginariamente relacin con el texto que ilus-tran), los libraspara la mayora rernitcn a un pre-saber fcilmente ac-tualizado en elacto de lectura, movilizado para producir lacomprensin de lo que sedescifra -una comprensin que, por su-puesto, no concuerdanecesa
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