Bibliografía costarricense – [PDF Document]

7/26/2019 Bibliografa costarricense.

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I L lOGR FI COST RRICENSE

CORDERO, ]OSE ABDULIO,

El ser de la nacionalidad costarricense

Madrid, Ed.

Tridente, 1964,

179.

La Editorial Tridente de Madrid, que el

ao pasado public las Lecciones de Filoso-

fa del Derecho de Carlos Jos Gutirrez,

publica ahora otra obra de autor costarricense.

El autor es Jos Abdulio Cordero, y el libro

se titula EL SER DE LA NACIONALIDAD

COSTARRICENSE.

El ttulo, con ser ambicioso, no da, sin

embargo, plena razn de la obra, que va ms

all del tema enunciado. Porque si bien Cor-

dero inicia el libro con una bsqueda de lo

que l llama vigencias , que dan sentido y

personalidad a nuestro ser nacional, y las es-

tablece al travs de una inteligente indaga-

cin del. hombre de la colonia, el resto de la

obra deja de ser anlisis sociofilosfico, para

dedicarse a aplicar las premisas alcanzadas,

a determinados { ;chos de la historia; y ser

entonces un estudio histrico de considera-

bles dimensiones sobre los das de la inde-

pendencia, la guerra contra los filibusteros y,

principalmente, el liberalismo y los liberales

de la dcada de 1880.

Las vigencias bsicas que Cordero en-

cuentra en el hombre de la colonia, y pre-

senta como prolongadas a 10 largo de la his-

toria, son tres: el sentido conservador, el sen-

timiento de propiedad y el amor a la libertad.

Estas tres se conjugan en un espritu profun-

damente democrtico, con caractersticas ances-

trales hispnicas y catlicas, que repudian

toda influencia externa.

Aplicada esa premisa al perodo liberal

1882-1890, Cordero produce un ensayo his-

trico fuertemente polmico escrito con con-

viccin y soltura, que es posiblemente de todo

lo que contiene este libro, lo que ms inters

va a despertar.

y es que en las otras pocas estudiadas,

el libro se conforma ms con lo que hasta la

fecha ha sido verdad sabida de nuestra his-

toria. Sobre el tema de Independencia, Cor-

dero se acoge casi totalmente a las conclusio-

nes alcanzadas (fijadas diramos) por Her-

nn Peralta, las cuales calzan perfectamente

con las conclusiones a que el libro ha llegado

sobre las caractersticas de la nacionalidad.

(Tambin coinciden con ellas otros estudios

inditos hechos desde el punto de vista mar-

xista) .

En cuanto a los hechos del 56, Cordero

se acoge a la tesis de Enrique Macaya de que

el patriotismo costarricense fue causa y no

efecto de esa epopeya, contra la tesis de Eu-

genio Rodrguez Vega que sostiene lo con-

trario. El punto de vista de Cordero agrega,

sin embargo, una concepcin de hispanidad a

la interpretacin (lo hispano contra lo anglo-

sajn); y algo tambin de sentimiento reli-

gioso a la decisin costarricense (Cordero da

una importancia al elemento religioso en

los hechos histricos, que posiblemente le sea

discutida por la mayora de los historiadores

costarricenses, que no ven en el pueblo costa-

rricense demasiada religiosidad).

Esta vivencia religiosa est presente en el

largo captulo que en El Ser de la Nacio-

nalidad Costarricense se dedica a lo que nos

hemos acostumbrado a llamar la revolucin

liberal de los ochentas; Cordero subraya la

posicin anti-religiosa de los pioneros libera-

les (Montfar) y del estadista liberal que es

el blanco de sus mayores ataques (Mauro Fer-

nndez) .

Para Cordero, las medidas liberales de esa

poca fueron superpuestas, si no impuestas, a

un pueblo religioso, sin que correspondieran

n un sentimiento popular. Por lo tanto, fue-

ron antidemocrticas; adems, fueron demos-

tracin de intolerancia. Y al tomar las los

liberales negaron su ideologa aunque no se

negaron a s mismos.

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Luego hace un detallado anlisis de la

conducta de los liberales ante la rebelin po-

ltica de noviembre de 1889, para concluir

que en esa conducta hubo tambin elementos

de insinceridad y de traicin a los principios

liberales proclamados. Este anlisis se pro-

longa (aunque con menos prolijidad) a lo

largo de todo el predominio liberal, hasta

1936 dijramos, y tambin deduce que la con-

ducta poltica de los prceres del liberalismo

estuvo saturada de traiciones a sus principios.

Los ataques ms certeros, los reserva Cor-

dero para ion Mauro Fernndez. Tras encon-

trar mucho de positivo en l, en lo referente

a su Ley de Educacin Comn y Reforma de

la Segunda Enseanza, entra a analizar los

aspectos negativos de la clausura de la Uni-

versidad de Santo Toms.

No encuentra el autor explicacin al he-

cho clausura, no reforma . y concluye que

la medida fue anti-Iiberal, por cuanto tuvo

como consecuencia el cerrar los estudios su-

periores a los estudiantes de clase humilde, y

dejarlos al alcance slo de los favorecidos de

la fortuna o de la poltica (sistema de becas).

Resultado de esto es la formacin de una

oligarqua econmico-poltica que domina al

pas por espacio de cincuenta o sesenta aos.

Esta interesantsima tesis, as como las

dems que la longitud de una columna perio-

dstica no permite resear, estn bien susten-

tadas y documentadas. El autor se enfrenta

a una batera formidable de historiadores, cu-

yas conclusiones se propone refutar; entre

ellos, Rafael Obregn Lata, Rodriga Facio,

Abelardo Bonilla e Isaac Felipe Azofeifa.

Es interesantsimo este libro, como estudio

histrico fuertemente polmico, que arremete

contra interpretaciones que haban pasado en-

tre nosotros como axiomas histricos.

Adems est escrito en una prosa enrgica,

colorida, que muchas veces contiene original

y viva adjetivacin, y todo el tiempo pasin

y conviccin. Aun e lector que se sienta en

la obligacin de disentir tendr que reconocer

esta virtud. Y habrn de disentir todos quie-

nes no compartan la posicin fuertemente

catlica que adopta Jos Abdulio Cordero.

En todo caso, se trata de un libro impor-

tante. De un libro que hay que leer. Y que

ojal levante un gran polvorn, como lo me-

rece.

Alberto F. Caas

PACHECO LEON El Hilo de Ariadna ed. Costa Rica 1965 San Jos. 193 pp.

Si Emilio Boutroux recomendaba leer a

Bias Pascal de rodiJIas, este bello libro de

seor Pacheco, en cambio, es preciso leerlo

en plena posesin del espritu: he pensado

en una condicin, no en una sugerencia. Es

un libro de grandes signos de interrogacin,

como los libros de memorias: espejos de s

mismos en los cuales se reflejan los colores

luminosamente, esos increbles colores de to-

da una vida. Pero el Hilo de riadna sin

ser y siendo no obstante a la vez un libro

de memorias -se trata aqu de una especie

extraa- es la biografa intelectual de un

hombre. Unos autores, ledos y reledos, se

hacen nuevos en cada nueva lectura. Y esa

lectura recreadora es una toma de conciencia.

Al fin unas cuartillas, y un ensayo terrible-

mente profundo en los trazos sugerentes de la

letra De nuevo, entonces, hacia adelante, en

busca de otros actos. Es como un largo pere-

grinaje en el que otros hombres se arrancan

cantimploras, silenciosas miradas de confi-

dencia, y fortifican el transitar sin remordi-

mientos del viajero.

Los seis captulos de esta obra (Andr

Gide, Jean Cocteau, Paul Verlaine, Vctor

Hugo, Miguel de Montaigne, Bias Pascal),

escritos unos en Pars, otros en Costa Rica,

a lo largo de muchos aos (de 1926, 1927,

1944, 1955, 1961, 1962), permiten la contem-

placin de una historia particular transpa-

rentada en otras historias particulares, del

semblante del explorador en la caja eufnica

de su hallazgo.

Len Pacheco ha escrito libros. Ha escrito

siempre. Ha vivido entre los libros y la plu-

ma. Ha gastado muchas plumas. Desde muy

joven, como secretario, en Pars, de Gmez

Carrillo, o durante otros momentos en que ha

participado de la amistad de ‘Cocteau, de Ca-

mus, de Saint-Exupery, de Malraux, o de Al-

fonso Reyes en Amrica, ha escrito. Escribe

hoy. Cuartillas ms cuartillas. Colaborador

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incansable en importantes revistas. Es Len

Pacheco -la afirmacin se desliza por s

sola- el autntico escritor.

Pero este libro penetrante, escrito

sobre

otros

escrito sin pretensin de unidad, reco-

ge sorpresivamente una visin total, casi in-

tuitiva y providencial, de s mismo. El

Hilo

de Ariadna

no es un ttulo a manera de velo,

de ornamento. Len Pacheco no es de esos

escritores aglutinantes

y

abigarrados que tam-

bin andan sueltos por el mundo. El hilo,

robado a la mitologa, ni siquiera denota

influencia heideggeriana. Al contrario: es el

camino invencible

y

misterioso de sus secre-

tos, el sueo de su vida, ese sueo lcido y

profundo de sus propias inquietudes que a

travs de la inalienable temporalidad va hen-

diendo en mrmol los instantes del martillo

y del cincel. El hilo que orienta la obra,

adems de manifestarse bajo la forma de ca-

lendario, dirige el gust

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